Desde La Falange, como el resto de integrantes de la coalición ADÑ, y antes de la pandemia del COVID-19, ya solicitábamos la salida de la Unión Europea, de esta Europa tirana que nos convierte en esclavos.
¿Y ahora qué? No hay peor sordo que el que no quiere oir ni peor ciego que el que no quiere ver.
¿Dónde está la vital ayuda que necesita España y nuestros hermanos italianos? Pues la solidaridad parece que está en el aire. Bueno, en el aire no, mejor dicho, a buen recaudo de esos países ricos del norte que nos consideran inferiores. ¡Hay que fastidiarse!
Los bárbaros que conquistaban con cuernos en la cabeza tendrían que estar más que agradecidos a la cultura del Imperio Romano. Como también habría que recordarles a esos de los Países Bajos que si alguna vez estuvieron a la altura fue gracias a los españoles.
Esta Europa de primera clase nos trata como animales («PIGS»| Portugal, Italia, Grecia y «Spain»). Lejos de ayudar a sus hermanos del sur, sólo se preocupa de las finanzas. Para ellos sólo somos simples números de un balance económico donde es más rentable «prescindir» de los ancianos – y ahorrarse sus merecidas jubilaciones- y seguir explotando al resto de españoles (o en las empresas o en sus casas con el teletrabajo), y no precisamente fabricando EPIs, respiradores o mascarillas.
Si ésta es la «hermandad» europea, despidámonos ya. De ese conglomerado de fariseos, eurovagos y chupópteros de sueldos desorbitados y grandes despachos, cuanto más lejos, mejor.
Mal está que la casta de políticos españoles haya regalado nuestra soberanía a estos mercaderes para que arruinaran nuestro campo, nuestra industria, nuestra moneda y nuestra identidad. Pero que nos dejen morir es algo que nos debe hacer reaccionar más pronto que tarde.
No vamos a permitir más humillaciones, eso sí que no: Señores de la «descomunión europea», no vale esconderse tras el argumento de nuestra corrupción política, de nuestro despilfarro autonómico,… todo eso ya lo sabían y se aprovecharon gustosamente de nuestra nefasta clase gobernante. Reuniones, banquetes y subvenciones con ellos, con nuestros corruptos, con nuestros asesinos,… mientras intentaban negar hasta la entrada en su infecto parlamento a nuestros camaradas: hombres buenos, nobles, honrados y valientes que son fieles a la verdadera España ¿Les suenan de algo estas virtudes? Quizás hasta las teman… Sin duda, todos estos adjetivos son las cualidades de todos aquellos hombres que conquistaron la mayor civilización, la Europa cristiana.
Mucho tendrán que aprender estos eurorretrasados de aquellos que no necesitaron de una poltrona en ningún parlamento de parlanchines; sólo necesitaron de un campo de batalla para combatir por la supervivencia de la identidad de Europa, de esa gran Europa tan rica en valores y pobre en cobardía.