Lo peor de la presencia ayer en Madrid del pirata Picardo, a la sazón, delincuente mayor del Peñón, no es que viniera a Madrid, al hotel Palace, a contar su «milonga», sino que la peor canalla separatista, periodista y empresarial de este país, se acercaron a escucharle.
Suponemos que impartiría una lección magistral de cómo evadir impuestos, defraudar todo lo defraudable, traficar ilegalmente hasta límites insospechados y sobre todo, cómo volver a reírse de España una vez más.
No tenemos constancia de lo que allí pasó, porque entre otras cosas, la Delegada del gobierno en Madrid, esa pepera proabortista y progre llamada Cristina, se encargó de acordonar toda la zona para que no pudiéramos acercarnos a decirle cuatro cosas en la cara a esa rata de alcantarilla que ocupa la poltrona en Gibraltar.
Y es que la derechona de la corrupción prefirió proteger al invasor, que defender a los patriotas que llevamos decenas de años exigiendo el fin del colonialismo británico sobre una parte de nuestro territorio nacional.
No es de extrañar que ante semejante «servilismo», en Londres se froten las manos y los pies, y que el «amigo» Picardo se permita acercarse a menos de cien metros de esa otra cueva de ladrones que se llama Parlamento español, a explicarles -como si hiciera falta- donde tienen un paraíso fiscal a su disposición para seguir defraudando y robando sin importarles para nada que trescientos años después se siga permitiendo semejante afrenta.