El pasado domingo, 24 de julio, se cumplían 80 años del asesinato de nuestro fundador y precursor del Nacionalsindicalismo, Onésimo Redondo, de manos de milicias anarquistas. La Falange, como no podía ser de otra manera, realizó en Labajos (Segovia) un Acto de Homenaje en su memoria, esa que quieren hacer desaparecer los descendientes de aquellos que le asesinaron. No hace mucho, los «talibanes democráticos» derribaron el monumento que había en su honor en Valladolid.

El acto comenzó con la lectura de la Oración por los Caídos de la Falange por parte del Jefe Nacional de JFE. Seguidamente, Manuel Andrino, Jefe Nacional de La Falange, leyó unas emotivas palabras (que transcribimos a continuación)* y que fueron pronunciadas por José Antonio Girón de Velasco en el traslado de los restos de Onésimo Redondo al Panteón que actualmente existe en el cementerio de Valladolid.

Para finalizar, el Presidente de la Hermandad de la Vieja Guardia de la Falange, Carlos Batres, recordó la personalidad y la figura de Onésimo Redondo, quién junto a Ramiro Ledesma, fueron los precursores del Nacional-Sindicalismo, no sin antes recodar, que aquellos que acabaron con su vida son los que hoy, pretenden hacer desaparecer su memoria y todo lo que el «Caudillo de Castilla» significa. En su honor, el acto concluyó con el Cara al Sol, el Himno de la Falange.

*Camaradas:

Firmes ante el Jefe de nuestras escuadras castellanas, queremos dar a entender, que no hemos venido solamente a cumplir el deber de encomendar a Dios, al amigo y al camarada que prestó su último servicio en la primera encrucijada de la guerra.

Hemos venido también a dar la novedad al Capitán; el parte militar de la situación de sus huestes; la información de las incidencias del avance.

Porque ONÉSIMO no es para nosotros, JONSISTAS de Castilla, el Conductor perdido que vive en el recuerdo, el camarada presente en nuestro afán.

Es más.

Es el jefe que comparte con nosotros la inquietud de cada hora; que nos anima y nos conforta en la lucha; el camarada a cuyas órdenes tenemos el deber y el derecho de someternos.

Siempre y en todas partes, pero especialmente hoy y aquí, sentimos su presencia viva y vigilante.

Este recogido silencio está lleno de él, y su espíritu nos manda y nos conduce sin palabras.

Ante esta Cruz, y ante estas Banderas de Combate, el símbolo más exacto de nuestra manera -mística y heroica- de entender la vida, renovamos nuestra promesa de fidelidad a las consignas que recogímos de sus labios.

Venimos también a buscar fortaleza para no desmayar en el camino, y a caldearnos con el ardiente contacto de su presencia, para reemprenderlo con nuevos bríos;

A buscar en este ambiente puro y abierto, como su alma, la orientación segura, certera y nacional-sindicalista.

Venimos, en nuestra férrea disciplina falangista -que es, sin embargo, intima compenetración de almas-, a pedirle al jefe, al camarada mejor, que interceda a Dios por los suyos.

El fué quien nos dijo:

«Cuánto significa, que quien ha sabido despertar una raza con la palabra, la organización y el combate, llegue a la cumbre invocando a Dios.»

Venimos a pedirle que interceda a Dios por nosotros.

Para que El ponga en nuestro corazón coraje, y en nuestra inteligencia luz.

Para que nos dé la santa sencillez y la firmeza imbatible, de los inasequibles al desaliento.

Para que dé a nuestra voluntad y a nuestras manos, seguridad y justicia en el golpe, y en el abrazo.

Para que nos dé la Unidad -tan amada de Onésimo y de José Antonio-de todas las clases de España, de todos los hombres de España, de todos los camaradas de España.

La Unidad de que nos habló cuando dijo:

«Debe quedar aquí flotando por encima de las gentes y de las cabezas, esta palabra como resumen de nuestro ideal: Unidad, porque Castilla es la fuente de toda unidad.»

En fin, para que Dios nos conceda la gracia de morir en el postrer acto de servicio, antes de permitir nuestra primera cobardía.

Camaradas: Vosotros sabéis bien que para un falangista, ante la tumba de su JEFE caído, vale más una oración que una lágrima, y un ¡PRESENTE!, que un sollozo.

JOSÉ ANTONIO nos enseñó a despojar de blandas y lúgubres sensiblerías, el paso a la guardia eterna de los nuestros.

Porque así como tenemos una manera de entender la vida, tenemos una manera de entender la muerte.

Por eso, ONÉSIMO quiere hoy de nosotros, mejor que lamentaciones estériles: entusiasmo y arrestos para continuar su obra.

Escondido todo el dolor de haber perdido su presencia física, nosotros queremos acercarnos a él alegremente, para repetirle las palabras de su última proclama a toda la tierra de Castilla y León, escrita el 24 de julio:

«La Patria resucita como siempre se crearon los imperios, entre el ruido victorioso de las armas.

Sentimos que el ser de la España envejecida se renueva con su mejor estilo.

España se hizo combatiendo y pisando a la barbarie, con Castilla como capitana.»

Así fue y así será.

Aún nos quedan muchas horas dé pelea antes de llegar a la victoria final. ONÉSIMO estará en ellas a nuestro lado y mandará, como siempre, las Centurias castellanas en esta difícil etapa, más dura y menos brillante, en que es preciso para vencer, todo el heroísmo y la tenacidad de que la Falange fue ejemplo en los campos de batalla.

JOSÉ ANTONIO, al descubrirnos que el camino más corto entré dos puntos es el que pasa por las estrellas, nos enseñó que la sola acción física vale bien poco, si no la alumbra y la caldea. la llama de una inquietud espiritual.

Y como la acción nutre su eficacia, precisamente, de estos ardientes instantes de fervor, en último resultado, estamos aquí porque entendemos, Camisas Azules de Castilla, que el camino más corto para la conquista final de nuestros anhelos, es el que pasa por el recuerdo de ONÉSIMO.

 CAMARADA ONÉSIMO REDONDO ORTEGA

¡¡PRESENTE!!