Artículo de opinión

Hoy en día en el que la chabacanería se ha impuesto a la caballerosidad en este sociedad del “todo vale”, y cuando la chabacanería no se ha impuesto, se ha pervertido el concepto de caballerosidad, cambiando la tradicional caballerosidad hispana que es austera y viril, en contraposición a la de origen británico, que es pomposa y afeminada, pues como advertía Enrique García-Máiquez:

“Mientras que el gentleman inglés, ese otro modelo universal, gasta refinadas maneras y trajes impecables, para lo que ha de disponer de sus buenas rentas, el hidalgo español puede permitirse el lujo de ser pobre: lo suyo es el carácter y el sacrificio, como nos enseñaron, con una sonrisa melancólica, el autor del Lazarillo y el del Quijote”.

Ahora, los que sufrimos la modernidad vemos que, como decía Nicolás Gómez Dávila, “La sociedad hasta ayer tenía notables; hoy sólo tiene notorios”, y añoramos con una sana melancolía tiempos no tan pasados. Un ejemplo de ello fue el acontecido en marzo de 1926, cuando el Caballero Cadete de la Academia de Infantería don Manuel Sánchez-Barcaíztegui Gil de Sola solicitó su ingreso en La Legión. A ello, el fundador de ella: don José Millán-Astray, Coronel de Infantería DEM le escribía en estos términos:

“Habrás de rendir […] Culto a la cortesía para que tus actos se rijan siempre con la exquisitez de los Caballeros españoles; dulce en el trato, afable con todos, respetuoso para con los superiores, galante con las Damas, singularmente amante y entusiasta del soldado, al cual has de cuidar constantemente, encauzándole y atendiéndole con fraternal cariño…”.

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