Porque es la mejor manera de ayudar al otro. Porque he pasado por libros, teorías, ideologías y pensamientos de toda clase, y en ningún lugar he encontrado la hermandad militante, el idealismo desinteresado y la entrega que veo en mis camaradas nacionalsindicalistas.

Y porque no hay que valorar a las personas por lo que dicen o por lo que piensan, sino por lo que hacen. Hablar es fácil y no cuesta nada. Eso lo sabemos bien. Pero soportar el diluvio de críticas, insultos, mofas y zancadillas que han de soportar los nacionalsindicalistas, y ver cómo aún así se mantienen firmes, es digno de admiración, signo de un compromiso y una entrega incomprensibles para el mundo moderno, hijo de la veleidad y el egoísmo.

Como tantos españoles, llevaba años enzarzado en el dilema de ser de izquierdas o de derechas. Hasta que tuve la suerte de escuchar en Valladolid a un gran nacionalsindicalista decir que tanto la izquierda como la derecha beben de la misma fuente, que es el materialismo, y de repente se me cayó la venda de los ojos.

Por un lado, los sistemas capitalistas (la derecha) hacen creer al ser humano que lo más importante es ganar dinero, y que la felicidad viene del éxito profesional. Con ello rompe la familia -el ámbito donde toda persona sana debe crecer- y desarraiga a la persona de su comunidad, al ver a sus compatriotas como meros “competidores” en medio de un salvaje “mercado laboral”, como si las personas fuéramos sacos de patatas que se compran y venden. Y, siguiendo esa lógica, el desastre está servido: paro, drogas, desahucios, corrupción, degeneración, aborto y un infinito etcétera.

En el otro lado, la izquierda, que parece tomar un camino distinto, acaba en el mismo punto: destrozar a la persona. Pensar que sólo de pan vive el hombre, y que repartiendo equitativamente una miseria comunitaria y olvidando la dimensión espiritual de la persona, es convertir al hombre en una hormiga maquinizada, protagonista de la peor pesadilla orwelliana.

Entonces se puede entender a Primo de Rivera: no somos de izquierdas ni de derechas.

Esto es lo que hizo el fundador de la Falange: coger lo mejor de la izquierda -el sentido social de defensa de los trabajadores- y lo mejor de la derecha -el sentido patriótico y cristiano-, para unificarlos en un movimiento que hiciera que los españoles dejaran de enfrentarse y se dieran la mano.

Hoy, por contra vivimos en un mundo que ha cogido lo peor de la derecha -el canibalismo económico- y lo peor de la izquierda -la ruptura con los valores eternos de la persona-.

Por eso estamos aquí defendiendo nuestra causa. Parece sencillo. Pero defender algo tan evidente, hoy, conlleva ataques, insultos y, sobre todo, incomprensiones de millones de personas que son falangistas y no lo saben, porque creen que somos otra cosa. Creen que somos racistas. Creen que pegamos palizas a los inmigrantes. Creen que odiamos.

No saben que desde La Falange y desde el Sindicato TNS hemos pagado meses de hipotecas para que familias de compatriotas no fueran echados de sus casas.

No saben que la mayor promoción de vivienda pública se produjo entre 1938 y 1945 bajo políticas falangistas. Aún se pueden ver yugos y flechas en los portales de miles de hogares, de gente que vive en ellas y odia a la Falange.

No saben que bajo políticas nacionalsindicalistas se pagaban 100 días por año trabajado en caso de despido.

No saben que la ley de Subsidio de la vejez (germen de las pensiones actuales) es de inspiración nacionalsindicalista.

No saben que la ley de Descanso dominical (1940) fue llevada a cabo por nacionalsindicalistas.

No saben que el Seguro Obligatorio de enfermedad (1942) fue creado por nacionalsindicalistas.

No saben que las vacaciones retribuidas y la paga extra de Navidad (1944) fueron establecidas por nacionalsindicalistas.

No saben que, simplemente, pensamos que la persona, para crecer, necesita estar arropada por cuatro círculos concéntricos: la familia, el municipio, la Patria y, por encima de todo, Dios.

Por el contrario, el liberalismo actual desata, desarraiga a la persona de sus centros vitales, de sus puntos de referencia, y la deja sola, aislada, perdida en un mundo que no comprende y en el que no puede contar con nadie, porque no es más que un competidor en un mundo hostil en el que sólo será valorado por su dinero.

Frente a eso, y por más ataques que recibamos, nosotros nos rebelamos. Firmes, con espíritu marcial y fuerza renovada, frente al mal.

Porque creemos en la dignidad de la persona.

Porque nada nos va a hacer abandonar nuestra lucha. Porque tenemos la verdad de nuestro lado.

Porque hasta caer derrotado es un honor si es bajo la bandera roja y negra.

Porque somos grandes.

Viva la Revolución Nacionalsindicalista

Por la Patria, el Pan y la Justicia

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La Falange de Cantabria

Fuente: https://lafalangedecantabria.wordpress.com/2015/09/05/por-que-soy-nacionalsindicalista/