El dramaturgo catalán Albert Boadella no es ni un «facha», ni mucho menos un franquista -adjetivo que define a los culpables que desde el gobierno español, según las pintadas que se dejan ver un día sí y otro también en Barcelona, tutelan la «opresión a los catalanes»-; Es más, ha venido siendo siempre un antifranquista sin complejos y desde luego no es una persona ajena a la región catalana, sino un catalán que viene afirmando también sin complejo alguno desde largo tiempo ha, la verdad: Que la moda independentista es una aberración.
Así, en los últimos días, ha vuelto a hablar alto y claro, haciendo estas declaraciones en diferentes medios de comunicación:
Sobre Pujol:
«Tengo que felicitar a Pujol porque ha superado de largo mi obra. Yo hice tres piezas sobre Jordi Pujol y en cada una de ellas ya se hablaba de corrupción. En ese momento me decían que me iban a procesar por lo que decía, pero yo sabía que no todo era fantasía. Había gente, sobre todo la que se movía entre los medios de comunicación, que sabía o intuía lo que estaba sucediendo».
«Desde el año 81 a parte de la figura de Pujol presentaba a través de la sátira lo que yo llamaba el peligro de una epidemia pública de lo que es el nacionalismo. La enfermedad colectiva ha llegado a unos niveles increíbles».
Sobre el separatismo:
«Me gustaría que me explicaran qué diferencias tenemos los catalanes con el resto de ciudadanos. Parece que se quiere remarcar unas características que tenemos y yo me niego. El camino para acabar con este delirio colectivo es el electroshock. Cataluña no ha sentido la pertenencia a un estado importante como es España, que cuenta en el mundo. Si los catalanes sienten la fuerza de España a través de la ley, y no hablo de la fuerza militar,creo que los ciudadanos de Cataluña van a sentirse impresionados y no van a querer perder ni un fin de semana en la Europa Occidental».
«Hay una cosa que no debemos olvidar. Desde el momento en que se hace el traspaso de las competencias de Educación en la Transición, yo creo que hubiera sido mejor traspasar directamente la División Acorazada Brunete porque hubiese sido más barato y nos hubiésemos evitado dos generaciones de catalanes educadas en el odio a todo lo español».
«Nunca imaginé que mis conciudadanos llegaran a estos límites de tontería, de estupidez y, sobre todo, de indignidad. Es un espectáculo ridículo y uno se siente avergonzado por la parte que toca».
Si «mañana mismo» el Parlamento de Catalunya «declarara la independencia» la pregunta que habría que plantearse, afirma, es «¿y ahora qué; qué se va a hacer?».
«Es todo absurdo y cada vez que habla el portavoz del Govern o Artur Mas, la hacen más gorda, en el sentido más vil y mediocre del término… Es algo cómico aunque lamentablemente he nacido en aquella tierra y me duele Cataluña».
Sobre el 9N:
«El «espectáculo del 9N» es «indigno» y muestra la «estupidez» de una sociedad «enferma», que «se cree agravios falsos» y basa en ellos su «xenofobia» hacia lo español.
Es «necesario», que el Gobierno aplique «urgentemente» la ley: «no hay urnas, pues no las hay y se ha acabado la historia».
«Hay que tratar a Catalunya sin piedad, pero el Gobierno les trata como se trata a un loco, dándole unas horas más de patio, dinero de bolsillo… «.
«(…) sería el colmo» que ahora el Gobierno negociara con Cataluña «ventajas fiscales»: «después del nuevo chantaje, unos beneficios. De eso nada, aquí todos somos iguales», clama.
Lo que está haciendo el gobierno catalán, recalca, son «juegos de la sinrazón, que van sumiendo al conjunto de los ciudadanos en una depresión y, de paso, vulnerando los derechos fundamentales de todos los españoles».
«Desde la euforia que han montado se piensan que si no tienen, como dicen ellos, que pagar a ‘los putos andaluces’ y ‘los putos murcianos’, los euros les saldrán por las orejas y que Europa está ansiosa de recibirlos».
En esa «ficción total», el problema es que «no hay una sola razón ni económica ni histórica ni social de agravio. España no le ha hecho nada a Catalunya, nunca. Eso es todo inventado. No hay hecho diferencial porque los catalanes no somos diferentes de nadie, excepto por hablar una lengua que no se hablaba en la escuela».
«No existe ni un carácter catalán ni una cultura catalana sino ibérica y, apurando, del arco mediterráneo. Se necesita morro para reclamar el hecho diferencial. Los castellets y las sardanas son cosas simpáticas pero es folclore», añade.
Pero con todo, lo que más le inquieta, es que personas que él consideraba «sensatas y cultas» se hayan visto afectadas «por el virus.