Buenos días, camaradas y amigos:
En primer lugar quisiera agradecer la presencia de quienes habéis recorrido cientos de kilómetros, con el coste económico y esfuerzo personal que eso supone, para estar aquí un año mas, rindiendo un sentido, sincero y emocionado homenaje a los falangistas que en este lugar, hace ahora 78 años, dieron lo más preciado que tenían, su vida.
No dudaron en sacrificarse, como se les había ordenado, para impedir el paso a aquel ejército rojo que pretendía romper el frente por estas montañas.
A nuestros camaradas no les importó en absoluto que el enemigo fuera infinitamente superior en medios humanos y materiales, porque sabían que la razón y la verdad estaban de su parte, y que luchaban por una España grande y libre, frente a aquellos que querían convertir España en un satélite más de la Unión Soviética.
Los falangistas de hoy estamos muy orgullosos de que los cerca de 200.000 camaradas que formaron en las banderas de la Falange durante aquella guerra civil, ocuparan en muchos casos la primera línea de combate, y asumieran los puestos de mayor riesgo y de lucha, y un ejemplo bien claro lo tenemos en lo que aquí sucedió.
No vamos a renegar, jamás, de nuestra participación valiente y decidida en aquel enfrentamiento fratricida, que durante casi tres años asoló nuestro querido solar patrio. Porque la sangre de los falangistas ya había regado las calles y los campos de las ciudades y de los pueblos de España antes de aquel 18 de julio de 1936.
Y no olvidemos, que fuimos los únicos que perdimos a todos nuestros jefes de forma violenta, como no podía ser de otra manera, porque ellos jamás hubieran permitido que sus valientes camisas azules cayeran cara al sol sin dar ejemplo con su sacrificio generoso de que merecía la pena entregar la vida por una meta superior y transcendental.
Lo he dicho muchas veces y ante este altar lo voy a repetir una vez más: El mayor patrimonio de la Falange son sus Caídos, esos cuerpos rotos por la bayoneta o cosidos a balazos, jamás pueden ser olvidados por nadie que pretenda llamarse falangista.
Seguramente, después de acabada la guerra civil, los falangistas no tuvimos toda la influencia política y social que hubiéramos querido en aquél nuevo régimen, pero para bien o para mal, no debemos renegar de nuestra participación activa e imprescindible en los dramáticos acontecimientos que desembocaron en aquella sangría.
El mejor homenaje que podemos rendir a quienes murieron en nombre de España y de la Falange, es el mantener viva, día a día, la llama del pensamiento nacionalsindicalista que servía, y debe seguir sirviendo de sustento a quienes bajo la bandera roja y negra, buscamos la verdadera revolución.
Esa revolución que no consiste en la fácil y demagógica algarada callejera, sino en recuperar los perderos y supremos valores de España.
En lograr la unión de lo nacional con lo social, bajo el paraguas de lo espiritual. La vuelta a Dios frente al ateísmo militante.
Recuperar lo nacional frente a los nacionalismos traidores y separatistas.
El verdadero sindicalismo nacional frente a la avaricia capitalista y el rencor socialista.
Frente a los ataques a España y su raigambre cristiana, La Falange (FE) pide fidelidad a su historia y a sus tradiciones, y exigimos respeto y contundencia en la defensa de siglos de convivencia en común, que sirvieron para forjar una nación grande e incomparable.
Pretenden criminalizarnos a través de la ley de memoria histórica, los que inventaron las checas y usaron la tortura y el asesinato como práctica habitual de hacer política. La izquierda que promovió esa basura de ley, y la derecha que con su silencio cobarde la ratificó y ahora no la cambia, piensan que quitando los nombres de nuestros caídos de calles o plazas, van a silenciar su sacrificio y su heroísmo.
Estas ratas asquerosas que ensuciaron hace poco este monumento, que atacan los cementerios de Aravaca y Paracuellos, la tumba del General Muñoz Grandes en Madrid, o el monumento a Onésimo Redondo en Valladolid, creen que con estos actos ruines y cobardes nos van a asustar.
No se dan cuenta los muy imbéciles, que esto nos da más fuerza, y que el recuerdo de nuestros caídos es imborrable a pesar de las estúpidas leyes que se puedan aprobar en esa cueva de ladrones, llamado parlamento español. La manifiesta ignorancia de la juventud actual sobre la historia y la política, es el mejor caldo de cultivo para reescribir de forma torticera la historia que le convenga al «demócrata» de turno.
Por eso, estos imbéciles de demócratas, pueden decir las tonterías y estupideces que len vengan en gana, utilizando los medios de comunicación que controlan, para conseguir que la memoria histórica sea más bien la «desmemoria» de los que provocaron una guerra civil entre españoles, ocultando hechos irrefutables como la revolución de Asturias, que produjo miles de muertos; la declaración ilegal de independencia de Cataluña; el asesinato de lideres políticos (ahí está el caso de Calvo Sotelo); o las detenciones «democráticas», eso si, de aquellos que iban a misa, o simplemente llevaban corbata.
Estos personajes que pululan por los escenarios y las pantallas de nuestro país, y que generalmente viven de la sopa boba y de la subvención, han tomado por costumbre, el atacar de manera mísera y cobarde nuestra memoria falangista y a nuestros caídos, amparándose en el poder que le otorga la utilización partidista de esa policía mercenaria y servil que tienen a su servicio, y que utilizan de forma cobarde contra quienes defendemos la verdad de lo que pasó en los años de aquella terrible ll República.
En un acto de manifiesta ilegalidad, han profanado las tumbas del Valle de los Caídos, con el beneplácito de la justicia y la protección policial necesaria para impedir que se supiera lo que allí se estaba haciendo, y para ello han intentado que los falangistas no pudiéramos acercarnos a la tumba de José Antonio, cosa que no siempre han conseguido a pesar de los medios empleados. Son cobardes y se aprovechan de esta sociedad adormecida y aborregada, que no es capaz de luchar, ni por su historia, ni por sus tradiciones, ni por su cultura.
Pues bien, a este nivel de incultura hemos llegado, gracias a las diferentes reformas educativas de los distintos gobiernos de la democracia, mas empeñados en borrar la historia que no les interesaba, imponiendo su «educación para la ciudadanía» y su «memoria histórica».
Los falangistas no estamos en política solo para rendir homenajes, sino para intentar cambiar radicalmente esta política «que no nos gusta». Debemos ser los verdaderos antisistema y no nos debe dar ni miedo ni vergüenza utilizar esta expresión, porque no nos gusta este puñetero sistema liberal capitalista nacido de esa basura de constitución del año 78. Así de claro y así de sencillo.
Estos «tolerantes» son los que han quitado la placa del Teatro Calderón de Valladolid que recordaba el acto del 4 de marzo del año 34, y son los mismos que también han retirado la que existía en el Teatro de la Comedia de Madrid, donde José Antonio Primo de Rivera, un 29 de octubre, lanzó un mensaje de fe y de esperanza al pueblo español.
Nuestros caídos y nuestro recuerdo hacia ellos no se compran ni se venden en el supermercado, ni ninguno de nosotros tenemos el monopolio del derecho a su homenaje, faltaría más. Forman parte del patrimonio de todos los españoles, que como mínimo deberían guardarles respeto, sino admiración.
Camaradas, porque estamos tremendamente orgullosos de lo que hicieron los nuestros aquí en Alcubierre, y por lo que murieron, gritemos mas alto y más fuerte que nunca,
Camaradas caídos en Alcubierre ¡¡PRESENTES!!
¡¡Arriba España!!