¡Amigos!¡Patriotas!¡Camisas azules de la Falange!

El mejor homenaje que podemos tributar, en este memorial del 20 de noviembre, a nuestro fundador y guía, José Antonio Primo de Rivera, es cumplir fielmente con su primer mandado, para nosotros sagrado, de asumir la defensa a ultranza de la UNIDAD NACIONAL y juramentarnos, como un solo hombre, todos juntos, prietas las filas, sin rendijas ni fisuras, para asumir el compromiso irreversible y solemne, que mientras exista un solo falangista sobre la faz de la tierra, ESPAÑA, NI SE PARTE, NI SE REPARTE.

Nuestro grito no es de angustia, sino de redención, insisto: ESPAÑA, NI SE ROMPE, NI SE CORROMPE.

A quienes pretenden descuartizar nuestras tierras y enfrentar a sus hombres, difundiendo, en sus mensajes y en sus gestos, la semilla y el discurso del odio y del desencuentro, les lanzamos, desde esta casa natal de José Antonio, una seria y firme advertencia: Aquí , en  Falange Española, un puñado de irreductibles, asumiendo de forma libre y consciente la suprema responsabilidad histórica, que el deber nos demanda y el honor nos exige, estamos dispuestos a dar la batalla, a vida o muerte, antes que asistir impávidos a la destrucción de la Patria y de su unidad de destino.

No son momentos de vacilaciones, ni de titubeos. Es la hora de los valientes, de los aguerridos, de los voluntarios, de los resueltos, de los indomables.

IMG-20151122-WA0020Afirmamos, de forma rotunda e inequívoca,  y así lo hemos jurado los falangistas, poniendo a Dios por testigo, como lo hizo solemnemente y selló con su sangre José Antonio, el compromiso de mantener y consolidar la unidad nacional entre los hombres y las tierras de España, “una e indivisible”.

Lucharemos hasta la extenuación, de forma implacable y severa, contra los traidores a la Patria que pretenden su disolución y atomización territorial.

No entendemos como los traidores separatistas, de cualquier índole o región, gozan aún de libertad y privilegios oficiales, esquilmando con su egoísmo insaciable al conjunto del pueblo español.

El asunto de la integridad y de la soberanía nacional no puede reducirse a un simple debate jurídico o a la decisión judicial de un tribunal, bajo sospecha. Integridad y soberanía se defienden sin más,  sin contemplaciones, empuñando las armas si fuera menester, al primer indicio o aviso de secesión.

La Patria, en su integridad, es el patrimonio común de todos los españoles y ante la afrenta separatista o rupturista, la respuesta ha de ser viril, firme, contundente y definitiva, extirpando de raíz y sin contemplaciones, con sentido nacional y espíritu revolucionario, los focos de infección allá donde fermenten.

Todo conato de independentismo es un acto de flagrante y alta traición y como tal debe castigarse sin demoras ni contemplaciones.

Para ello es preciso la movilización y el rearme moral.

Está en peligro nuestro suelo, nuestra alma y nuestro pan.

Si las instituciones, monarquía y ejército, que tienen la obligación encomendada por Ley de la defensa e integridad de la Patria, renunciasen o esquivaran cobardemente, como ratas, con parálisis o silencio felón,  su compromiso frente al peligro separatista, sépase bien, la Falange y todos los patriotas españoles  debemos  ser, otra vez, la vanguardia y los garantes ante la Historia de su unidad, para que el crimen de lesa patria no se consume.

Antes preferimos  la trinchera o las barricadas, porque nos asiste la fuerza de la razón y el Derecho, que el vil deshonor de consentir una España deshecha y quebrada.

La primera terapia que se impone es desalojar, de forma urgente e inaplazable, por las buenas o por las malas, de los puestos directivos que ocupan, de sus cómodas poltronas, a todos aquellos que fomentan el sentimiento separatista con el que pretenden desunir y enfrentar a los españoles.

Hay que erradicar, simultáneamente, a quienes, utilizando las antenas y los medios de comunicación, insultan y afrentan sin cesar a España y los españoles.

Hay que cerrar las falsas embajadas que se han inventado para evidenciar su complejo liliputiense.

La educación en las escuelas tiene que volver a ser solidaria y de cohesión y no fomento de mentiras, desinformación y odio incondicional contra España.

No se puede poner en riesgo la  unidad nacional por los delirios de una minoría de depredadores, cleptómanos y politicastros desleales y zainos, llenos de fobias que son el germen de la discordia entre los españoles.

Ningún territorio, región o parcela, de las que integran la nación española, pertenece a sus vecinos o residentes, estables o temporales, sino a la comunidad  y a la soberanía de la totalidad de nuestro pueblo.

La integridad nacional, no puede pender del designio electorero de unos cuantos, ni siquiera de todos, puesto que el rompimiento del solar español no está, ni puede estar jamás, en causa de división, amputación o desguace.

Frente a las argucias del separatismo, opondremos nuestros firmes argumentos de evidencia.

Toda provocación a la concordia que debe primar entre los españoles, debe ser atendida convenientemente, de forma rápida, eficaz y contundente, sin ambages ni complejos.

El discurso secesionista, no se olvide, es una consecuencia directa, un corolario de la perversa, fatídica, masónica y judaizante democracia liberal, que está pervirtiendo y destruyendo los valores tradicionales y sempiternos de nuestra cultura y de nuestra civilización.

Los frutos de la democracia son la degeneración absoluta de modos y costumbres en el comportamiento social.

Repasemos someramente algunos de los  “valores”, entre comillas, más prominentes, que ha traído consigo y fomentado  la “democracia” en España y cuyos frutos, además del separatismo inoculado, estamos padeciendo sin cesar:

La frustración de una juventud sin futuro; el paro galopante; el estancamiento laboral; el empleo basura y precario; el materialismo exacerbado; el poder reverencial al dinero, entronizando al becerro de oro de los judíos como nuevo y omnímodo dios y señor; la proliferación de los comedores de caridad; la usura bancaria y logrera; la droga por doquier; la corrupción generalizada y extensiva, comenzando por la familia real, los partidos políticos, el tejido empresarial o los sindicatos, por no citar más que los principales y relevantes nichos de corrupción; las migraciones e invasiones incontroladas y salvajes; la perversión de los roles sexuales; el afeminamiento masculino y viceversa, la masculinización de la feminidad; el “orgullo” y exhibición jubilosa de los tarados con anomalías nefandas; la legalización del mayor genocidio conocido, el aborto indiscriminado que masacra y elimina de forma impune a seres inocentes, que no se pueden defender; la desestructuración familiar y la ruptura de los vínculos afectivos en los hogares; la falta de respeto y de autoridad; la pérdida de los valores identitarios; la podredumbre cultural; el arte degenerado; la desinformación y la mentira, como norma, en los medios de comunicación, que actúan de adormidera en el cerebro de las masas; la elevación de los impuestos, con afán depredador y de rapiña; el síndrome del miedo programado para eliminar garantías personales; la adición a una tecnología efímera al servicio, muchas veces, de la estulticia mental; el trueque de la música culta e inspirada por el ruido infernal que aturde y atonta; la politización y manipulación de la justicia al servicio de intereses bastardos; la demagogia,  como todo y único argumento de convicción; los partidos, convertidos en numerosas ocasiones en cofradías de maleantes, auténtica y genuina maquinaria de la industria del voto, para acaparar el poder y controlar el presupuesto; parlamentos repletos de parásitos y zánganos que se pavonean silentes o dormitan, la mayoría de ellos, en sus escaños; déficits públicos astronómicos, de cuentas impagables, que forjan las cadenas del futuro e hipotecan el porvenir de los pueblos; las crisis económicas provocadas para beneficiar la especulación de los magos de las finanzas internacionales, la “casta de los elegidos”, que operan entre bastidores y que controlan, en régimen de monopolio, la economía mundial; la burocracia administrativa sin límites conocidos; los poderes fácticos, sectarios y secretos, de tufo masónico; el derrumbe y el ataque contra la religión y las sanas creencias de antiguo notorio y popular arraigo; la falta de moral constatada; la denostación y el vituperio al estamento militar, sometido a constantes procesos de desprestigio, por los valores y la regeneración que puede engendrar, como antídoto a esta falsa democracia, si pone en práctica con valor y, honor y decisión su credo legionario …

El cuadro esperpéntico y de pesadilla que arroja la “democracia”, inoculada en vena política y social en sociedades debilitadas y cobardes, necesita con urgencia una catarsis.

Ese es, José Antonio Primo de Rivera, nuestro empeño, nuestra misión y nuestro firme compromiso.

¡ARRIBA ESPAÑA!