El Estado promulgado por La Falange descarga su función económica en los sindicatos, siendo estos un enlace entre las persona y el estado, teniendo así garantizada la libertad económica de la persona, asegurando que la plusvalía de la producción quede en manos de los productores. En el Estado Nacional-Sindicalista hablar de economía y justicia es hablar de dignidad humana. Para la Falange el capital es un instrumento más de la producción dentro de la unidad orgánica (empresa) en manos de los trabajadores.

En La Falange el totalitarismo es una obligación de servicio y no de dominio, y el Estado como entidad política al servicio de La Patria, tiene el deber de organizar la Nación mediante la Justicia, garantizando la libertad y la seguridad de la persona, que es lo mismo que decir que garantiza la propiedad de la persona, de su individualidad, de su formación familiar, de su colectividad municipal, de su sindicalismo laboral y de su Patriotismo Nacional. En resumen, el estado es garante de un orden con propiedad privada, con libre iniciativa individual protegido por una ley justa. Y desde esa justicia ejercer su autoridad al servicio de la persona, para expulsar de los hogares la tristeza, llamándoles a la alegría de la salud, la cultura, el pan y el calor humano, limpiando los corazones de rencor.

Un estado que sanciona los hurtos y las agresiones interesadas o pasionales, también tiene que castigar a los que desde la serenidad y de forma cotidiana explotan a las familias condenándolas a la desesperación de la miseria.

El mundo del trabajo no puede ser un mercado donde los seres humanos vendan su esfuerzo, teniendo el capital como único rector”(José A. Girón).

El orden Nacional Sindicalista no se opone a la libertad del liberalismo. Es la libertad verdadera del Nacional-Sindicalismo la que se opone a la falsa libertad del liberalismo “porque solamente se es libre cuando se forma parte de una Nación libre y fuerte”.

En este punto estriba una de las grandes diferencias con el Fascismo. El Fascismo en Italia libra al trabajador de los latigazos del liberalismo y a los propietarios de los tiros del marxismo. Derrota al liberalismo al acabar con el sistema de partidos políticos y derrota al marxismo al acabar con la lucha de clases. Pero el Fascismo en Italia no acaba con las estructuras del gran capital industrial y terrateniente, al no destruir la relación entre el propietario, que pone las condiciones laborales, económicas y temporales al trabajador, que no tiene más remedio que aceptarlas por muy injustas e inhumanas que sean.

José Antonio, en el Discurso Fundacional de 29 de octubre de 1933, en el Teatro de La Comedia de Madrid “El estado liberal vino a deparar la esclavitud económica con trágico sarcasmo, se les decía: sois libres de trabajar lo que queráis, nadie puede compeleros a que aceptéis unas u otras condiciones, ahora bien, como nosotros somos tan ricos, os ofrecemos las condiciones que nos parece, vosotros, ciudadanos libres, si no queréis no estáis obligados a aceptarlas, pero vosotros, ciudadanos pobres, si no aceptáis las condiciones que nosotros os impongamos, moriréis de hambre, rodeados de la máxima dignidad liberal”.

El Estado Nacional-Sindicalista pretende insertar al trabajador en la empresa, siendo el destinatario de la plusvalía laboral proporcional según su esfuerzo, tiempo y responsabilidad empleados junto a sus compañeros dentro de la unidad organiza de producción (empresa).

Como se ha citado anteriormente, el estado sólo intervendrá como garantía del cumplimiento de las Leyes justas, correspondiéndole también la producción en los sectores de necesidad pública y de intereses estratégicos nacionales, sin ánimo de lucro y garantizar el bienestar social, cultural y sanitario de todos los españoles.

España tiene voluntad de Imperio y ese Imperio debe ser forzado mediante la doctrina social de la verdadera Iglesia Católica y de la doctrina del sindicalismo humano de La Falange. Entendiendo como Imperio una Nación que sirva de ejemplo y ayuda a los demás pueblos y naciones. Un Imperio en vertical social y cultural y espiritual. Imperial a diferencia de los imperialismos planos y abusivos a los que solamente interesa la riqueza de los territorios, sin tener en cuenta a las personas que legítimamente los ocupan. En el Imperio que el Nacional-Sindicalismo reclama para España, las mayores riquezas son las almas sumadas a la misma empresa encaminadas a una Misión Histórica Común.

          Un Falangista es un español que descubre

la emoción del Imperio.

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