En esta dolorosa efeméride del 28 de abril, en la que el Duce fue traicionado y a la postre, vilipendiado públicamente, colgado cabeza abajo y golpeado, escupido, orinado e, incluso, mutilado públicamente en una plaza céntrica de Milán, no podemos sino recordar los hechos que los presuntos amantes de la libertad, vendidos a intereses que atentaban y atentan contra la soberanía de los pueblos europeos, llevaron a cabo con los restos mortales del Duce.
No contentos con el escarnio, su cadáver -lo que quedaba de él- tras padecer diversas situaciones rocambolescas, fue ocultado durante años por el nuevo gobierno italiano, negando así incluso la posibilidad a la familia de darle digna sepultura, hasta 1957.
La traición impregnó la historia de su macabro final, aún muerto, ya que fue el propio sacerdote al que se le confió la sepultura de su cadáver, -por parte de los camaradas que lo rescataron para que no siguiera siendo deshonrado-, el que entregó los restos mortales del Duce al gobierno.
Este trágico episodio de la historia, que a buen seguro, no muchos europeos del Siglo XXI conocen, no hace sino subrayar cómo desde siempre, todos aquellos que claman por falsas libertades y se cubren de un aberrante título de garantes de derechos humanos y conductas pacifistas, han sido desde siempre, los protagonistas de la infamia y la deshonra en Europa.
Recordemos que en España, mientras los vencedores de la guerra civil clamaban por la reconciliación entre hermanos, eran bien sabidos los sucesos que habían tenido lugar por parte de los milicianos que profanaban tumbas e incluso se fotografiaban con los esqueletos»orgullosos de sus botines», siendo así un ejemplo para sus «dignos sucesores» del hoy, que no dejan pasar la ocasión para impunemente, profanar todo tipo de recuerdos a nuestros muertos.
¿Qué no hubiera pasado con los cadáveres de nuestros muertos, si los «liberadores» anti españoles que nos querían convertir en una provincia de Rusia, hubieran ganado la guerra?
Éste no es sino un ejemplo, en síntesis, de las mentiras que rodean a una falsa democracia y para nosotros, hoy más que nunca es una obligación, desenterrar todas esas acciones que pretenden ser condenadas al ostracismo en la memoria y en los libros de historia, para ocultar el verdadero talante de nuestros gobiernos, esos que se jactan de ser los liberadores de todos aquellos que un día, no quisieron sino lo mejor para la soberanía y los derechos sociales de sus pueblos.