Todo vale ahora a la organización de extrema izquierda Amnistía Internacional (AI) para inmiscuirse en el “conflicto”. Ahora sí, no cuando ETA asesinaba a una persona cada tres días, no cuando miles de personas tenían que salir a la calle protegidas por sus escoltas, tampoco cuando una parte importante de la sociedad vasca tenía que cerrar los puños y morderse la lengua para no acabar siendo objetivo de los pistoleros, ni cuando cualquier hombre o mujer de las Vascongadas, simplemente por no ser nacionalista o no ser independentista, o por no gritar “ETA, mátalos”, acababa engrosando las filas de los amenazados, de los insultados, de los calumniados, de los silenciados y de los despreciados.

Entonces, Amnistía Internacional, con el mismo Esteban Beltrán al frente, callaba. Como lo cobardes que son. Es muy fácil, muy “de valientes”, criticar a Mariano Rajoy, a Donald Trump o a Bashar al-Ásad. Más difícil es señalar a la mafia terrorista que se camufla entre la ciudadanía anónima, más difícil resultaba denunciar al cómplice del tiro en la nuca que luego dejaba espacios en blanco en las páginas de “Egin” para que se anunciara Amnistía Internacional, más peliagudo resulta combatir al asesino cuando éste se envuelve en banderas comunistas o nacionalistas o ecologistas, esas cosas que tanto gustan a los burócratas majaderos de AI.

Dice ahora Esteba Beltrán, dice ahora Amnistía Internacional, que quiere “esclarecer” los atentados de ETA, GAL y BVE (Batallón Vasco Español), reconocer el daño causado “por la tortura” en la lucha antiterrorista, investigar “las violaciones de derechos humanos cometidas por las diferentes policías”, “sistematizar los datos de los abusos cometidos”, revisar la legislación antiterrorista y reformar la actual política penitenciaria del Gobierno español. Vamos, que escuchando a esta panda de cretinos bien subvencionados para alcanzar esa paz etérea que siempre es un lugar neutral entre víctimas y verdugos, lo ocurrido en el País Vasco durante casi medio siglo ha sido exclusivamente una invasión policial y casi militar, promovida, por supuesto, por el Gobierno español.

Hay que recordar algunas cosas a esta pandilla de aprovechados de los “derechos humanos”. Durante los años 1999, 2000 y 2001, el Colectivo de Víctimas del Terrorismo en el País Vasco (COVITE) mantuvo cerca de una veintena de encuentros con Esteban Beltrán, como representante de Amnistía Internacional (AI) en España, con el fin de que esta organización denunciara de una forma clara y tajante, tanto a nivel nacional como internacional, no solo la actividad asesina de ETA, que en esos años acabó con la vida de 38 personas, sino también el clima de terror que la “socialización del dolor”, impulsada entonces -en comandita con ETA- por quienes hoy son líderes de EH Bildu, estaba instaurando entre los vascos demócratas y no nacionalistas.

Amnistía Internacional no fue capaz de decir una palabra más alta que otra para denunciar los crímenes terroristas; todo quedaba siempre en comunicados deslavazados de condena en los que, además de reprobar genéricamente los atentados de ETA contra “civiles”, también se acusaba al Gobierno español en particular, y a las instituciones democráticas en general, de “torturar” y de no garantizar “los derechos” de las terroristas detenidos.

Amnistía Internacional, según explicaban Esteban Beltrán o Andrés Krakenberger, por aquel entonces delegado de Amnistía Internacional en el País Vasco,  en largas reuniones que nunca servían para nada, tenía las manos atadas para actuar contra las organizaciones terroristas. Ellos trabajaban mejor contra los “abusos” de los Estados. Por muy democráticos que éstos fueran.

Las víctimas del terrorismo también solicitaron entonces a Amnistía Internacional que dejara de alimentar y legitimar a los medios de comunicación voceros de ETA con anuncios publicitarios de la organización que estos periódicos y revistas utilizaban para legitimar sus mensajes sangrientos. Amnistía Internacional, por supuesto, respondió como suele hacerlo: poniéndose del lado de los verdugos, colocándose en el lado socio-político más cómodo y correcto, regodeándose en la presunta pureza de sus postulados y apelando a una pretendida y nunca del todo aclarada neutralidad de sus acciones que, por arte divino, les situaba permanentemente por encima del bien y del mal.

Hay varias palabras que definen a la perfección el papelón desarrollado por Amnistía Internacional, durante varias décadas, ante el terrorismo de ETA: silencio, cobardía, comodidad, humillación a las víctimas, inoperancia, cinismo y, sobre todo, manipulación.

Por cierto, de Amnistía Internacional, que tanto clama contra la pretendida impunidad de algunos gobernantes en diferentes lugares del mundo, no hemos escuchado todavía ni una sola mención al hecho de que casi 400 asesinatos cometidos por ETA sigan aún sin resolver. Sin culpables detenidos y juzgados, y sin víctimas resarcidas por la Justicia. ¿Por qué será que a AI no le interesa clamar frente a este tipo de impunidad?

Raúl González Zorrilla. Director de La Tribuna del País Vasco

Fuente: https://latribunadelpaisvasco.com/not/6162/una-verguenza-llamada-amnistia-internacional/