Las dinámicas propias de la demogresca, azuzadas por la crisis rampante, llevan a muchos adalides del negociado de derechas a proclamar que la patulea gobernante se dispone a implantar una «dictadura comunista». ¡Un respeto para el comunismo!

Si mañana se implantara una dictadura comunista canónica, su caudillo fusilaría por inútiles a todos los miembros del gobierno, por lo menos hasta el rango de director general. Luego, el caudillo comunista cerraría la Bolsa y se incautaría de todas las industrias estratégicas, empleando en turnos estajanovistas a toda la población sana de menos de cincuenta años, para producir manufacturas de primera necesidad, empezando por respiradores y trajes profilácticos. A continuación, el caudillo comunista ordenaría que se reclutase a la fuerza a cincuenta o cien mil gandules y soplagaitas de los que menudean en tuiter, para que cosechasen los campos y recogiesen fruta hasta caer reventados.

Los presentadores de las televisiones que han fomentado la degeneración burguesa no serían, por supuesto, subvencionados, sino también fusilados de inmediato (salvo si el caudillo fuese un poco machista, en cuyo caso perdonaría la vida a las presentadoras, que entregaría a la soldadesca). En una «dictadura comunista», en fin, se harían cosas muy distintas a las que está haciendo la patulea que nos gobierna.

Antes de afirmar que se disponen a implantar una «dictadura comunista» conviene recordar que, justo antes de que cayese sobre nosotros la plaga del coronavirus, andaban ocupados en prohibir el piropo. Esta patulea no es más que la izquierda caniche de toda la vida, si se quiere en su versión más epigónica o terminal (como corresponde a estos minutos de la basura en el reloj de la modernidad que estamos disfrutando), encargada de arrasar la riqueza nacional y de fomentar la degeneración de los pueblos, según el designio querido por la plutocracia globalista.

Arrasaron la riqueza nacional en los Pactos de la Moncloa, instituyendo el contrato temporal y el despido libre; posteriormente, desbaratando la industria (mediante la llamada «reconversión») y la agricultura (mediante las «cuotas» europeístas); y, más recientemente, vendiendo del todo nuestra soberanía económica con la reforma del artículo 135 de la Constitución. Este ha sido siempre (junto al fomento de la degeneración moral del pueblo) el cometido de la izquierda caniche, cuyos logros la derecha se ha limitado siempre a «conservar», si bien es cierto que con gran denuedo.

Y este mismo cometido (más a lo grande) lo está ejecutando también ahora, paralizando la economía nacional -como conviene a la plutocracia globalista, que podrá comprar a precio de saldo toda la devastación de nuestro tejido productivo- y exigiendo a pequeños empresarios y autónomos pagar salarios que, cuando termine la plaga, los obligarán al cierre de sus negocios y al despido masivo de sus trabajadores.

Todos los negocios quebrados serán reciclados por la plutocracia, que dará trabajo a los camareros y dependientes despedidos y supervivientes del confinamiento (¡que, oye, está matando gente como si fuera una plaga!) como repartidores de pizza en globo y empaquetadores de comercio amazónico.

Serán trabajos mucho más embrutecedores y extenuantes; pero la izquierda caniche y la plutocracia globalista que la mangonea tienen dispuestas las morfinas que nos alivien el duelo y la miseria: televisión con manguerazo de subvenciones, porno gratuito y barra libre penevulvar para el nene y la nena. ¡Un respeto para el comunismo, que -como el coronavirus- sólo mata los cuerpos! Temed mucho más a quienes también matan las almas.

Juan Manuel de Prada

Fuente: ABC

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