Simón de Monfort en nuestros Viernes culturales

El confinamiento por el coronavirus ha sido algo inédito en la sociedad occidental. Pero es algo que debe servir para aprender que nuestra vida, tal y como la conocíamos, era vulnerable. Y también para poner a prueba el funcionamiento de las fuerzas armadas y de orden, el sistema sanitario, los servicios esenciales, la capacidad o incapacidad de los gobernantes para la gestión… pero sobre todo para conocer nuestras propias limitaciones y miedos ante situaciones que no están bajo nuestro control rutinario.

Cuando las circunstancias superan nuestra capacidad de decisión y actuación en lo externo, es cuando tenemos la oportunidad de luchar contra nuestros propios demonios. El miedo, el desasosiego, la gula, la pereza, el egoísmo… además de todos los pecados capitales que nos invaden. Es hora pues de, en primer lugar, girar nuestra vista a Dios, ponernos a su disposición y voluntad y no pedirle más que la fuerza necesaria para que se haga su voluntad y no la nuestra. Entender cuál puede ser su voluntad y ponernos manos a la obra. Hay tantas cosas que uno puede darse cuenta que podía hacer, y por la vorágine diaria no se caía en ello. La primera saberse con humildad lo pequeños que somos, y quién de verdad es el soberano de nuestras vidas. La segunda un tiempo para ponerse en buena disposición con Dios y preguntarle por la deriva de nuestra vida, en el tiempo obligado de este retiro forzado uno puede preguntarse por esas cosas de las que no suele preguntarse. ¿Cuál es el sentido de nuestra vida? ¿Para qué nacemos? ¿Quiénes somos? ¿Por qué morimos? Y cualquier tipo de pregunta de las que el hombre, desde que es hombre se ha hecho… Y tras las preguntas, que seguramente quedarán sin respuesta, hacer propósitos para cuando acabe el confinamiento. Pero mientras dure tratar de vencernos a nosotros mismos tomando las riendas de nuestras acciones e incluso de nuestra moral y forma de afrontarla. Para cuando termine nuestro confinamiento un retiro espiritual voluntario y guiado por un buen sacerdote puede ser muy útil para contestarnos esas preguntas y reordenar nuestras vidas. ¿Pero qué hacer mientras?

Podemos cultivar la voluntad y el orden. Ponernos horarios y disciplina, no dejarse llevar por la desidia. El madrugar y ordenar la cama y el cuarto, como decía un veterano marine americano, no es baladí. Esa buena costumbre nos hace amanecer venciendo y logrando comenzar el día con objetivos cumplidos, aunque sean pequeños logros o disciplina, eso nos pone en buena disposición de afrontar el día con más logros. Vestirnos con nuestra mejor actitud y buen carácter también nos hará afrontar el día de mejor manera. Organizarnos el día, no con lo que nos gustaría hacer, sino con lo que debiéramos hacer. Oración, estudio, lectura, trabajos de mejora o mantenimiento en casa, relación con nuestros seres queridos… si aprovechamos el día, éste se nos hará corto e incluso nos faltarán horas, de otro modo las horas serán largas y tediosas.

Tenemos que sacar ventaja de nuestra situación y no caer en lamentarnos constantemente viendo lo que querríamos hacer y no podemos. Más bien debemos ver la oportunidad de hacer tantas cosas que en otras circunstancias no teníamos tiempo de hacer. Esos buenos libros pendientes, esa película que nunca teníamos tiempo de disfrutar, esa llamada a aquel amigo olvidado o familiar distante etc… eso sí, tirar la televisión a la basura, o al menos desconectar los canales basura y manipuladores.

Aquí hay confinamiento para los civiles, pero nosotros realizamos nuestras labores de forma normal. Aunque, por nuestras circunstancias, también hay veces que debemos permanecer en nuestros refugios por largos períodos. Es por ello que sé de lo que les estoy hablando y me permito hacerles estas aportaciones. Cuando no podemos cambiar las circunstancias en las que nos encontramos, de nada sirve malhumorarse. Hay que disfrutar y aprovechar el momento, cuando volvamos a la normalidad, echaremos de menos esta oportunidad que tuvimos de hacer otras cosas.

Con mi edad, la vida ha dado muchas vueltas. He tenido momentos de abundancia y de carestía, de alegría y de tristeza, de buenas compañías y soledades etc. Pero si algo me ha enseñado la vida es que cuando pensamos que hay alguna crisis de cualquier tipo, a continuación aparecen oportunidades que sin esas crisis nunca hubieran llegado. Si sabemos descubrir que crisis y oportunidad van de la mano, nada nos asustará. Dios siempre está ahí para no dejarnos solos ante las tribulaciones, y si Él permite las cosas es porque confía en nosotros, no le fallemos y no dejemos nosotros de confiar en Él.

Esta crisis sanitaria del Coronavirus no ha llegado porque sí. Sea cual fuere su origen, Dios ha permitido su expansión, y debemos preguntarnos si será para que millones de personas echen un freno a su vida desenfrenada y la reorienten. No será entonces tan importante las vidas que se pierden lamentablemente con esta pandemia, y que de todas formas algún día infaliblemente morirían. Sino la cantidad de personas que teniendo ese tiempo de reflexión y meditación cambiarán su vida y salvarán su Alma. Habrá que preguntarse pues, por qué Dios permite esto. Y también por quiénes han producido ese virus y sus fines. Y como no, el aprovechamiento de los poderosos para acelerar sus planes de gobierno mundial usando como excusa la pandemia.

Lo cierto es que lo que está aconteciendo ya estaba escrito en las profecías de Daniel en el antiguo testamento. La supresión de las Misas, la apostasía de parte de la jerarquía eclesiástica, la venida del anticristo, la parusía y epidemias… el eterno combate entre las fuerzas del bien y de la oscuridad. La guerra de las fuerzas telecráticas (mercaderes) y las telurocráticas (tradición) como definiría Alexander Dugin. La Tercera Guerra Mundial entre Gog y Magog que se profetizara tantos siglos atrás. Pero todo esto se nos escapa de nuestras manos y lo único que podemos hacer es prepararnos para lo que pueda acontecer, y uno debe prepararse para lo peor por si llegase, y de esa forma no se equivoca. Si luego no llega poco se habrá perdido, pero mucho perderíamos si no preparándonos llegasen esos tiempos difíciles.

Tomemos este confinamiento como un entrenamiento para lo que nos viene encima. Preparémonos en lo material, lo psicológico y lo espiritual para ser capaces de afrontar lo peor. Y lo peor es que el mundo acelera su proceso de destrucción tal y como lo tenemos concebido. Es inviable el camino sin freno consumista capitalista. El planeta no puede soportar el ritmo que se llevaba y más pronto que tarde el colapso ha de llegar. El abuso de los recursos, la falta de moral privada y pública, la corrupción generalizada, el expolio de los poderosos sobre los pequeños, la destrucción del orden natural la familia y el municipio… Una economía no basada en la riqueza producida, sino en la especulación del crecimiento infinito y la deuda… En fin, un Orden natural y tradicional destruido y suplantado por la ambición, el interés y el expolio.

Que podamos decir tras estas circunstancias, que hemos salido, no debilitados, sino fortalecidos. Con mayor consciencia de lo que somos y de lo que queremos. Habiendo despertado del letargo inducido por los fabricantes de opinión al servicio de la mentira. Y con la voluntad firme de defender nuestros valores frente a la corrupción de las almas y de la carne.

Solo si así actuamos podremos decir Gracias Dios por esta oportunidad que nos ha dado. Podremos encontrar el sentido a lo que ocurre y prepararnos a lo que pueda llegar.

Aprendamos pues a dar gracias siempre y en cada momento por todo, lo bueno y lo malo que nos llegue. Dar gracias a Dios por las oportunidades, que como he dicho, a veces van de la mano de las crisis. Y sobre todo querer siempre Su voluntad y no la nuestra, así nunca nos equivocaremos.

Cuídense, despierten y luchen por lo que piensan, es justo. No se lamenten y agradezcan siempre. Y ya saben “a Dios rogando, pero con el mazo dando…”.

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#VolveráaReírLaPrimavera