Más de 30 años de cesiones, traiciones, menosprecios, insultos y ultrajes de todo tipo hacia España, su unidad y todo lo que representa. Un sistema democrático que con su inútil constitución y su podrida caterva de indignos y corruptos partidos políticos se han dedicado a alimentar lo que hace algún tiempo no era nada: el separatismo.
Jamás, ni el PP ni el Psoe, dudaron, por sus particulares intereses de partido, en pactar con quienes siempre pretendieron socavar y destruir lo más sagrado de España: su unidad. No dudaron, en todos estos años, en cederles, de forma traidora, competencias que nunca tuvieron que tener en su potestad.
Siempre que hubo elecciones generales vendían la dignidad de España por conseguir sus asquerosas mayorías parlamentarias, las mismas que nos han llevado hasta hoy, donde la corrupción social, económica y moral se sitúa en niveles más que preocupantes. Un estado y su justicia que ha permitido toda clase de despropósitos al separatismo, como permitir la grave tergiversación y manipulación de la historia, el adoctrinamiento en el odio a España, durante decenios, de los niños en las escuelas, tanto gallegas, catalanas o vascas, y a nivel nacional, siempre se le dio más importancia a las insolidarias y corruptas autonomías. Hoy vivimos el resultado. Una sociedad mínimamente apegada a su Patria, dividida, sobre todo, entre separadores y separatistas. Una sociedad que sigue entre la izquierda y la derecha.
Es tiempo de plantar cara a quienes pretenden acabar con la sagrada unidad de España, tanto a ésta nefasta monarquía parlamentaria y su Constitución de 1978, como al separatismo que pretende alterar nuestro destino. La unidad es nuestra fuerza cara al futuro, como ya lo fue, donde la hermandad de todos los españoles nos llevó a recorrer los mejores destinos en la historia. Para ello, entre otras cosas, hay que abolir el estado de las autonomías.
Tanto unos, como otros, deben saber que sólo hay una verdad: ESPAÑA ES IRREVOCABLE. Todo separatismo es un crimen que jamás perdonaremos.