Una vez más nos vemos inmersos en una nueva polémica donde parecen enfrentadas diferentes opciones; pero, en verdad, nos llevan al mismo lugar. Nos estamos refiriendo a la decisión del Tribunal Supremo sobre quién ha de pagar el impuesto de actos jurídicos documentados de las Hipotecas. Finalmente, después de sentencias particulares en sentido contrario y con la oposición de casi la mitad de los componentes del Tribunal Supremo, serán los clientes los que paguen este impuesto.
Esta decisión demuestra, una vez más, que la Justicia en España es un cachondeo. Que el resultado de un juicio depende demasiado de quién te toca y que la «excesiva» legislación en los «excesivos» impuestos es tan difusa que nadie se aclara, ni los propios jueces del alto tribunal; siendo más que probable que acabe cambiando de sentido cuando llegue a Estrasburgo… Por no hablar de los tiempos, que hacen que las sentencias siempre sean injustas por tardías.
Además, demuestra que este sistema sólo entretiene y engaña a sus ciudadanos para estafarles todo lo que pueda. Y con todo este entretenimiento, cada vez los ciudadanos aceptan más dócilmente los engaños. Fijémonos, por ejemplo, en las diferentes posibilidades que se barajaban:
Opción A: El Impuesto lo han de pagar los bancos: los bancos suben el coste de la hipoteca (y siempre que se sube un coste se repercute aumentado porcentualmente al cliente). Finalmente el cliente lo paga aumentado, aunque se «crea» que lo paga el banco; las arcas públicas (en este caso de las malditas comunidades autónomas) mantienen el impuesto y los bancos ganan más.
Opción B: El impuesto lo han de pagar los clientes: todo queda como estaba. Los clientes pagan y tanto el banco como las arcas públicas de las CC.AA. mantienen la ganancia.
Opción C: Se suprime este impuesto: los clientes se ahorran este impuesto, la banca sigue igual y las arcas públicas de las CC.AA. dejan de cobrar añadiendo miles de millones de euros de déficit público, con lo que o se aumenta la deuda pública ya impagable y estratosférica o se recupera ese dinero no recaudado con nuevos impuestos. Finalmente el «cliente» (y sus hijos, nietos, bisnietos,…) acaba pagando.
Al final, y después de tanta tertulia y tanta discusión intelectual, económica y política, siempre es el ciudadano quien sale perjudicado. Un ciudadano que paga por comprar, que paga por vender, que paga por heredar, que paga todos los años impuestos varios sobre ese bien,… Un ciudadano que paga, paga y repaga por el lujo de tener techo.
Este es el juego de este sistema: presentar varias opciones que parecen enfrentadas pero que en realidad llegan al mismo sitio y que no es otro que perjudicar a la mayoría en beneficio de unos pocos.
Por ello se necesitan soluciones radicales y una revolución que cambie profundamente la gestión de lo público y la representación del Estado. En definitiva, necesitamos cambiar toda la Nación para que rechace con contundencia a ladrones, corruptos, zánganos y convidados de piedra. Hemos de extirpar de parlamentos y estamentos públicos a los que no tienen más interés que su propio beneficio, por encima del interés general. La economía ha de volver a estar al servicio de los españoles, principalmente de los que más carecen, frente a la avaricia de unos pocos.
Hoy nos hacen creer que no hay alternativa a la economía capitalista y su libre mercado y que existen sólo dos caminos o el liberal (menos impuestos, menos estado, menos servicios públicos) o la socialdemocracia (impuestos y más impuestos para garantizar los servicios públicos).
¿Es utópico pensar que se puede garantizar la Justicia Social y los servicios públicos para regular el injusto capitalismo sin pagar tantos impuestos? Todos pensarán que hoy por hoy es un imposible.
Pero no hace tantos años, antes de este régimen del 78, que en esta Nación se garantizaba lo público muy dignamente sin apenas pagar impuestos. Eran años donde España era una potencia industrial, respetada internacionalmente, unida, honesta y orgullosa.
Quizás, y sólo quizás, por no cargar con comunidades autónomas, con los privilegios de la casta política y de sus asesores, con corruptas casas reales, con subvenciones millonarias a entidades políticas (incluidas las que quieren destruir la misma España),…
Quizás y sólo quizás, por no ser un país de servicios y el geriátrico de Europa,…
Quizás y sólo quizás, porqué el trabajo y la honestidad fuera sinónimo de éxito,…
Quizás y sólo quizás, por ser económicamente soberanos con una moneda propia y no depender de terceros que legítimamente piensan en sus intereses y no en los nuestros,…
Quizás y sólo quizás, por no permitir una invasión de extranjeros dispuestos a aceptar condiciones laborales del tercer mundo,…
Quizás y sólo quizás, no sea tan utopía recuperar el buen gobierno con gente como tú, gente honesta que madruga y se esfuerza todos los días para salir adelante sin pisar al de al lado, que ama y protege a su familia, a su comunidad y que siente orgullo de pertenecer a esta Verdad milenaria con el nombre de España.
Otra España es necesaria y urge. Pasa de los continuos engaños a los que nos abocan y únete a la rebelión.