Ante la aprobación en Consejo de Ministros del Proyecto de Ley de Memoria Democrática, que va a ser enviado al Parlamento para su discusión, aprobación y puesta en vigor, los falangistas no vamos a dedicar demasiado tiempo a calificarla.

Desde un punto de vista estrictamente jurídico, tal engendro legislativo ya ha sido suficientemente criticado por las instancias judiciales cuyo informe previo es preceptivo. Como tal crítica no es la única que últimamente ha recibido el Gobierno desde dichas instancias, los falangistas estimamos que un gobierno cuyas propuestas han sido descalificadas habitualmente por poderes del mismo sistema al cual pertenece, ya debería haber presentado su dimisión. Así habría sido en esos países del Norte que son referencia común de nuestros partidócratas, socialistas incluidos, para lo que les conviene.

Por nuestra parte, baste decir que la Ley de Memoria Democrática pisotea las opiniones, pensamientos y sentimientos que puedan contradecir las verdades oficiales que impone. Para ello, se ampara en supuestas reparaciones morales que la sociedad española debe a las víctimas de una guerra que terminó hace 82 años y de un régimen político que acabó hace 46. La Historia no admite moralinas ni memorias selectivas y excluyentes.

En cuanto a nuestro fundador, José Antonio Primo de Rivera, cuya figura y restos mortales pone tal ley en su punto de mira, manifestamos que sus restos, allá donde se encuentren, serán siempre homenajeados por los falangistas y reivindicada su figura en nombre de la Verdad. Rechazamos el intento por parte de los herederos de sus asesinos, de sumir sus restos en la confusión y el anonimato, negándole el homenaje que ellos piden para los suyos.

También rechazaremos que, en nombre de voluntades más o menos manifiestas, se pretenda recluir sus restos en el ámbito “estrictamente familiar”.  Nadie olvide que José Antonio no ha entrado en la Historia por llevar, precisamente, los apellidos Primo de Rivera, de los que estaba orgulloso, sino por su trayectoria, por su mensaje político y por su ejemplo ante la vida y ante la muerte. Si hubiera nacido como José Pérez y su trayectoria, mensaje y ejemplo hubieran sido los mismos, también rechazaríamos su reclusión en el ámbito “estrictamente familiar” de los Pérez.

José Antonio es una figura histórica a respetar, nadie tiene derecho a ensombrecerla u ocultarla al conocimiento de los españoles, ni a impedir su homenaje y conmemoración a quienes pretendemos seguir su ejemplo y llevar a la práctica sus principios políticos, hoy como siempre, frente a un mundo cobarde y avaro en el que nuestros progresistas se mueven como pez en el agua.

En consecuencia, con lo anterior, los falangistas rechazamos el fin y el contenido de la Ley de Memoria Democrática y nos situamos frente a ella por contraria a la razón y a la convivencia entre españoles.

¡ARRIBA ESPAÑA!

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