Nuestro camarada francés Yvan Benedetti, escribía en la revista “Militant” del pasado mes de febrero, un artículo  sobre el asesinato de los no nacidos, que por el interés de sus argumentos, pasamos a  comentar y reproducir parcialmente a continuación, a la par que desde La Falange, mostramos nuestra absoluta convergencia con lo expresado.

En él se analiza el presente del aborto en Francia y cómo en un proceso que avanza sistemáticamente incrementando el nivel de barbarie, cada vez se permite crear más tropelías en nuestras patrias.

Comienza citando a San Agustín, a colación de que el genocidio del pueblo francés, al igual que sucede con el del pueblo español, está sujeto a leyes permisivas, que hacen que el proceso parezca no tener vuelta atrás, en estas sociedades liberaloides –las de todos los europeos-, en las que se respeta poco o nada el derecho a la vida de los fetos.

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San Agustín pensaba que:

A fuerza de verlo todo, se acaba por soportarlo todo.

A fuerza de soportarlo todo, se acaba por tolerarlo todo.

A fuerza de tolerarlo todo, se acaba por aceptarlo todo.

A fuerza de aceptarlo todo, se acaba por aprobarlo todo”.

De este modo se procede superando y reposando sin cesar en los límites de lo tolerable avanzando sin retroceso en lo que inicialmente se presentaba como un acto excepcional de ayuda, convirtiéndose en acto de comodidad, reivindicación y exterminación.

La ley sobre el aborto no se erige sino en nombre del feminismo y  de la igualdad de los sexos, un argumento estúpido. ¿En qué este acto asesino hace a hombres y mujeres iguales?

El hombre no puede matar a su hijo o mantenerlo con vida si él lo desea. Solamente se cuenta con la decisión de la progenitora. Por tanto: ¡¿En qué este acto criminal les hace iguales?!¡¿Dónde está la legitimidad del mismo?!

Todos estos argumentos no pueden ser más estúpidos ni más execrables.

El aumento de los meses del embarazo en los que se está permitido abortar, superando el momento del conocimiento del sexo del bebé, ha banalizado una práctica tratada hasta el límite de la barbaridad allí donde se realizaba y tratada por igual en nuestras patrias, por aquellos que la han importado en Europa. Así nos econtramos con la eliminación de los bebés en función de su sexo. Dulce ironía que permite que sean las mujeres las que son objeto de estos abortos cada vez más sistemáticos. Es triste que sea precisamente en nombre del feminismo, que veamos cómo las propias mujeres eliminan a las futuras mujeres, por un derecho acordado en nombre de la mujer, preparando así un mundo de hombres: ¡Brazo por su progreso! ¡Bravo por el feminismo y sus avances en nombre de la igualdad de los sexos!

En el seno de la Unión Europea, el número de abortos tardíos se ha duplicado en los Países Bajos desde el 2007, año en el que entró en vigor la práctica generalizada de la ecografía en la vigésima semana de gestación, en la que se permite, entre otros, conocer el sexo del feto.

Esta práctica fiable al 95%, no cabe la menor duda que llegará a todas nuestras patrias y así crearemos las naciones que quiere el sistema, bajo los preceptos genéticos impuestos por el poder de los Estados Unidos, modelo de sociedad adaptado en un mundo estúpidamente globalizado.

Se asiste así a la eugenesia de la globalización. Había quien tenía la intención de crear seres humanos más fuertes, para fortalecer a las Naciones. Nos econtramos ahora con la existencia de la globalización que trabaja para destruirlas. De este modo se incita a los conciudadanos a crear seres a medida del sistema.

La prostitución de la imagen de la mujer, bien representada por las Femen,encarna bien la línea en la que se enmarca este proceso:  Ya no se aprecia el valor del milagro de la vida sino que se vela por el derecho a disponer libremente de su cuerpo.

femen aborto es sagrado

Este argumento no puede sin duda ser más grotesco como analiza Benedetti de una acertadísima manera porque como apunta: ¿Acaso la llegada de un hijo no supone que la mujer ha dispuesto libremente de su cuerpo?

Todos los argumentos a favor de la instucionalización de la muerte, plantean legítimamente la cuestión de los motivos de esta política de la muerte. Todo lo que ya sabíamos fue particularmente bien reflejado por un artículo del órgano propagandístico de comunicación “Libération”, donde se explica la filosofía de cómo “destruir una nación”(…) Entre otras lindezas, se llama a priorizar la homosexualidad, la masturbación, la sodomización, el fetichismo, la zoofilia, la coprofagia… y el aborto.

De este modo, destruyendo las sociedades tradicionales, se impone una Europa donde tiene su reinado el matrimonio homosexual, el falso multiculturalismo, etc.

La cifra que arroja en cuanto a los abortos anuales, no puede ser más llamativa, puesto que supone que cada dos minutos se produce un asesinato a un feto. Así como apunta a que paralelamente se permite la entrada de un número equivalente a los patrios no natos, de inmigrantes, que constituyen la población de sustitución. La llegada de población extranjera marchita el alma de Francia, introduciendo costumbres ajenas e instaurando el mestizaje, instrumento que refuerza la destrucción de cualquier sentimiento de patria. Si a esto le sumamos que una de cada cinco mujeres embarazadas en Francia, recurre al aborto y que probablemente no sea precisamente extranjera, el proceso no puede ir más sobre ruedas.

El derecho a ser madre, el trabajo que comporta, el más noble de todos, no está reconocido como tal en nuestras sociedades y se impone la vida cómoda, ante la cual, ante la inexistencia de una ayuda estatal digna, el feminismo asesino se impone y con él, el asesinato de casi un cuarto de millón de fetos al año.

La situación es tan terrible fuera de nuestras fronteras, que todavía asistimos a ver España como ejemplo para nuestros camaradas, porque aún resistimos a duras penas,  a un cierto respeto de la vida. Respeto que nuestros camaradas franceses encarnan sin dilación con un llamamiento decidido a frenar el genocidio de su pueblo para salvar esa Francia que ellos representan: Esa Francia patriota, de sentimiento y origen lícito y legítimo que no cede ante las presiones globalizadoras.

Vaya desde estas líneas nuestro más vivo reconocimiento a su labor y nuestro apoyo incondicional a sus argumentos y su lucha.

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