Muchas veces, mucha gente, nos critica por llevar la camisa azul. Que somos antiguos. Que estamos pasados de moda. Que no nos adaptamos a los tiempos. No imaginan el gran orgullo que es ser llamado antiguo en un mundo «moderno», donde la avaricia, la degeneración y la frivolidad campan a sus anchas. No imaginan la infinita alegría que es ser llamado «inadaptado» en los tiempos de corrupción máxima, desahucios a trabajadores, aborto libre, el matrimonio homosexual como dogma de fe, los 400 euros por 8 horas de trabajo. Creen insultarnos, y no saben que nos están poniendo medallas. Las de verdad. Las que dan gloria de verdad. Las del espíritu.
La camisa azul es el símbolo de nuestra lucha y de nuestra inadaptación a este mundo sin patria y sin fe del que no queremos nada.
La camisa azul es azul porque es el color del obrero. El color del albañil, del que trabaja con las manos y se gana el pan con el sudor honrado de su frente. Es el color del que sabe que desempeñar un oficio dignifica a la persona y la eleva en el servicio a su patria a través del trabajo. El azul es el color del olvidado en el festín del capitalismo, del que trabaja de verdad y nos recuerda cada vez que nos la ponemos que estamos con los de abajo. Que lo falangistas no nos vendemos al mejor postor como la izquierda antiespañola y antiobrera de España. Nos honra la camisa azul, y nos impide olvidar que nuestra sangre es la hermandad militante al servicio de la patria, encarnada en cada español que tiene hambre, que sufre dolor o injusticia. Que ningún español nos es ajeno. Que así como Dios se encarna como algo tangible en su hijo Jesús, España es el español que tienes al lado sufriendo el peso de un sistema criminal de guante blanco.
Por eso, frente a sus guantes blancos, frente a sus brindis de champán derramando licores de indecencia, lujuria y vanagloria. Frente a su feria de vanidades sin fin, frente a su esmoquin tan sucio -de tan limpio-, nosotros nos arremangamos nuestra camisa azul.
Con orgullo.
Con alegría.
Porque la llevamos arremangada para servir. Con las manos disponibles para ensuciárnoslas. Con las manos encallecidas de dignidad. Porque el falangista debe recordar en todo momento que no ha venido a recibir nada, sino a darlo todo sin pedir nada a cambio. Entrega. Sacrificio hacia el cielo. Hacia la patria por la virtud. Hacia la gloria por el servicio.
Nos ponemos la camisa azul porque es disciplina, porque somos el ejército de la dignidad del pueblo trabajador, porque somos iguales en nuestro amor a la patria y somos una sola espada.
Nos ponemos esa camisa azul porque la disciplina es dinamita contra la superficialidad, la arrogancia y la estupidez del mundo moderno. Porque la disciplina es medicina contra la degeneración y la decadencia del espíritu burgués y la corrupción que destroza a los jóvenes.
Disciplina. Servicio. Trabajo.
Camisa azul.
La moda es lo que pasa de moda.
Luego está lo eterno.
España. Falange.
Camisa azul.