… o «el tener que pedir perdón por pensar diferente».
En esta Europa histérica, resulta que un empresario puede lanzar al mercado una cerveza, con la imagen de marca de los imaginarios Países Catalanes, incluso afirmando sin inmutarse que el 50% de sus beneficios van a parar a esa causa bastarda y nadie se escandaliza.
Sin embargo, el presidente de una empresa italiana osa afirmar que la comida que produce y distribuye, no casa con otro concepto de vida, que no sea el tradicional y que por tanto, en su publicidad no tendrán cabida los homosexuales y se organiza un revuelo espectacular.
Otro ejemplo de la condena pública de la ingeniería de la libertad de expresión y del respeto a los que no piensan en clave «progre».