En el 39 finalizó una guerra fraticida en España. Todavía conservamos algunos testimonios de primera mano de aquel enfrentamiento entre hermanos, dado que muchos somos los españoles nietos de combatientes.
Nos hablan de una posguerra en la que se evitaba hablar de la guerra, en la que se impuso la reconciliación, probablemente, nacida de los valores católicos, en concreto, del perdón.
Ese perdón se ha olvidado, por aquellos que protagonizan por activa y por pasiva la escena política y social de nuestra Patria y, aunque se unifiquen recuerdos a los muertos, pretenden borrarlos bajo el pretexto, de que fueron construidos por los vencedores de aquella Guerra Civil Española, imponiendo el odio y el revanchismo.
Así, el Monumento a los Caídos en uno de los más sangrientos episodios de nuestra Guerra Civil, pese a verse desposeído de simbología que recordara al régimen instaurado tras el 39, en pos de representar a los muertos en la Batalla del Ebro, se pretende desaparezca de la faz de la tierra.
Los falangistas de la provincia de Tarragona, dado que en Tortosa se encuentra el monumento de marras, han realizado la árdua tarea de, a sabiendas de que sirva de bien poco, recoger testimonios de personas, mediante la aportación de sus firmas, en un documento que pide, se mantenga dicho monumento, edificado por un catalán, Lluís M. Saudells y se mantenga la iluminación que recuerde a esas almas que perecieron en las aguas del Ebro.