Felipe VI… ¿de Borbón? Qué apellido debería tener nuestro monarca en base a la agitada vida sexual de sus antepasados.
«Ninguno de mis hijos lo es de Carlos IV y, por consiguiente, la dinastía Borbón se ha extinguido en España« Maria Luisa de Parma, reina de España (1819)
Dentro de tres años se cumple el bicentenario de la desaparición de la dinastía Borbón y en España todavía no nos hemos enterado. ¿Qué hacer entonces? ¿Vivir en una mentira? ¿Organizar una recogida de firmas para el cambio del apellido de los inquilinos del Palacio de la Zarzuela? Ya puestos a imaginar… ¿Cuál les ponemos?
Ante tamaño desafío intelectual, hemos decidido sumergirnos en la procelosa vida sexual de los borbones y borbonas en busca del apellido que verdaderamente le pertenece a nuestro jefe del estado, Felipe VI por línea sanguínea.
Felipe VI Godoy
El periodista José María Zavala reveló en su libro La maldición de los Borbones una sorprendente confesión que María Luisa de Parma, reina consorte de España, hizo poco antes de morir al fraile Juan de Almaraz: ninguno de sus catorce hijos eran del rey Carlos IV. El religioso lo dejó apuntadito
¿Quién era entonces el padre del nefasto Fernando VII? María Luisa bebió los vientos por Manuel Godoy, un hidalgo extremeño metido a guardia de corps, que llegaría a sería nombrado consejero privado de la reina. El futuro Fernando VII nació en octubre del mismo año de la entrada en servicio de Godoy en palacio.
Tres pájaros: Manuel Godoy, María Luisa de Parma, y Fernando VII
La reina Isabel II, madre de Alfonso XII ( tatarabuelo de nuestro actual soberano) se casó con su primo Francisco de Asís de Borbón, que, según se rumoreaba entonces, era homosexual. Cuenta Carlos Fisas en su Historia de las Reinas de España, que circuló entre el pueblo llano una venenosa frase, atribuida a la reina, que afirmaba (en referencia a la primera noche del enlace real): «¿Qué podía esperar de un hombre que en la noche de bodas llevaba más encajes que yo?». A pesar de su matrimonio con «Paquita» o «Paco Natillas» (así le llamaban al pobre), Isabel tuvo la friolera de once hijos, de los que solo llegaron a la edad adulta cinco.
¿Milagro? No, su majestad tuvo una larga y exótica lista de amantes (desde un dentista americano hasta un turco albanés. No se cortaba, que para eso era reina, llegando a confesarle un día a su hijo Alfonso: «Hijo mío, la única sangre Borbón que corre por tus venas es la mía.
Si hacemos caso al ABC, el verdadero tataratatarabuelo de nuestro Felipe VI sería un militar valenciano, el capitán Enrique Puigmoltó, hijo del conde de Torrefiel, que durante tres años fue amigo con derecho a roce de la reina, que le llenó el pecho de condecoraciones y títulos. Alfonso XII sería conocido por ello como el Puigmoltejo.
Isabel II, Paquita y el hijo de Puigmoltó a.k.a Carlos XII.
Nada podrán aducir los monárquicos de abolengo frente a una evidencia: como bien dice Pedro Fernández Barbadillo el linaje es fundamental en las dinastías reales. Sin linaje no hay legitimidad y, por tanto, no hay derecho a reinar. Por otro lado, ganaríamos en españolidad cambiando a los Borbones franceses por un apellido extremeño o valenciano.
En el caso de Godoy tenemos una confesión de la mismísima reina recogida por un eclesiástico que avalaría la opción, pero esta línea dinástica bellotera habría desaparecido con la penetración de los Puigmoltó. Bueno, bastaría con hacer unos concienzudos estudios de ADN y puede que un apellido valenciano hiciese más para reforzar la sacrosanta unión de España. Un Puigmoltó y un Puigdemont se entenderían a las mil maravillas. ¿O tampoco?