Los pasados días 2, 3 y 4 de octubre tuvieron lugar en Lyon, Francia, las jornadas festivas organizadas por el Comité de unión y ayuda nacionalista (CLAN), heredero de la ilegalizada y veterana Obra Francesa (Oeuvre Française), en las que, aparte de los actos celebrativos y de hermandad para conmemorar su tercer aniversario, se dedicó la jornada central a varias charlas-testimonio de jóvenes militantes nacionalistas patriotas franceses que han sufrido en sus carnes la represión del sistema legal francés por razón de sus ideas políticas. Participó igualmente el jefe del gabinete jurídico del CLAN, el abogado Pierre Marie Bonneau, para dar una visión global de las leyes políticas represivas que los gobiernos republicanos franceses han ido confeccionando a lo largo de los años para eliminar unas ideas que crecen cada día más al norte de los Pirineos y que ciertamente atemorizan al poder allí establecido. Las jornadas terminaron con la intervención del jefe de la desaparecida Oeuvre Française y actual director del digital Joven Nacion, Yvan Benedetti, quien explicó los entramados del judaísmo político y su acción social disolvente y política y económicamente controladora en Francia; y con el discurso de cierre de la joven presidenta del CLAN, Laura Lussaud, la cual resumió los propósitos de su comité en cuanto que fraternidad de ayuda y colaboración frente a todas las vicisitudes de la vida, en especial las contingencias jurídicas, familiares y económicas derivadas de la represión desde el gobierno francés por razón de un ideario netamente nacionalista de defensa de la familia, de la tradición y de la patria e identidad francesas.

La Falange, que se siente plenamente identificada con el ideario del CLAN y de la legalmente disuelta Oeuvre Française, envió en esta ocasión a participar a las jornadas de Lyon al abogado vizcaíno Jose Ignacio Irusta, por concurrir en él dos motivos de peso para su presencia allí. De una parte, su testimonio como represaliado político de nuestro sistema legal: estuvo un mes en prisión en 2009 como preso de especial seguimiento, imputado como autor de amenazas y daños terroristas con el objetivo de subvertir el orden constitucional español (pintadas en vascuence en ayuntamientos y locales proetarras, y rotura de placas y monumentos de la memoria histórica marxista de Navarra), hechos por los que se le pedía entre siete y cuarenta y ocho años de cárcel, y por los que fue finalmente condenado en julio de este año por la Audiencia Nacional a dos años como autor de un delito de simples amenazas, aunque sus peripecias judiciales aún continuarán dos años más en el Tribunal Supremo, esperemos que con el buen fin que hasta ahora. Por otro lado, como abogado que es, podía ilustrar a nuestros camaradas franceses de la legislación represiva española en lo que a nuestras ideas y actuación política se refiere; y en cuanto que falangista, bien podía explicarles los entresijos de nuestro movimiento en el particular contexto histórico español, el cual plantea diferencias muy relevantes con el francés.

 

Pasamos a continuación a extractar algunos párrafos del discurso que nuestro camarada Irusta pronunció en francés el pasado día 3 de octubre en Lyon ante los miembros del CLAN:

«Desde un punto de vista formal, existe un paralelismo entre las leyes confeccionadas por nuestros dos gobiernos francés y español para reprimir la expresión de nuestras ideas y la acción política de nuestros movimientos; no en vano, desde la incorporación de España a la Unión Europea, debemos adaptar nuestras leyes a las directrices de la masonería dirigente, que tiende a uniformizar las legislaciones de todos los países miembros también en este campo de la represión de la libertad de expresión y asociación políticas (Decisión marco 913/2008). No obstante, permitidme que remarque ciertas diferencias materiales, que bien pueden resumirse en una idea básica: una mayor tolerancia a efectos prácticos en el caso de España frente a la furibunda represión que sufrís en Francia (más de dos mil intervenciones de los abogados de CLAN ante policía y jueces en 2014). Es de esperar, sin embargo, que con el próximo gobierno español que surja en 2016 tras las próximas elecciones, necesariamente más débil frente a las exigencias de la izquierda y del separatismo, y por tanto mucho más liberal para satisfacerlas, la legislación española vaya siguiendo por la vía rápida el camino ya trillado en Francia desde 1972 con la ley Pleven contra el racismo, la ley Gayssot contra el revisionismo histórico, y las recientes leyes Lellouche y Perben contra el odio y la homofobia».

«En España existe una tolerancia pasmosa para un francés en relación con la defensa política del separatismo y de la república (término que en nuestro país debe entenderse exclusivamente como República Marxista). En tanto en cuanto no haya violencia, toda idea política puede ser propuesta, incluso aquéllas que propugnen el cambio de régimen político (de la monarquía a la república comunista, se entiende) y la fragmentación de la unidad nacional. En Francia, desde 1901, cualquier partido que pretenda poner en solfa la République o la integridad territorial de Francia pasa a ser ilegalizado ipso facto, y no por decisión del Tribunal Supremo como en España, sino por la vía administrativa (os recuerdo que el derecho de asociación no está en las tablas de la ley de la Religión de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789). Es precisamente el caso de la Oeuvre Française, disuelta por Manuel Valls por proponer una revolución nacional y un cambio de régimen en Francia (con la ayuda, por cierto, de carabinas de aire comprimido intervenidas por la policía)».

«Mas ¿toda idea política puede ser libremente propuesta, dije? ¡No! Tan sólo las ideas de izquierda, porque la democracia española decreta desde 2007 (ley de Memoria Histórica marxista) que los símbolos y recuerdos materiales relativos al bando nacional en la guerra civil y al posterior régimen del 18 de julio deben ser retirados, sin que su destrucción entrañe persecución penal alguna, mientras se promueven y subvencionan los símbolos y recuerdos de signo contrario cuya destrucción fue calificada en mi caso de daños terroristas. Y dicta desde 2002 (Nueva ley de partidos políticos) la ilegalización de todo partido político o asociación que pretenda vulnerar los principios democráticos o deteriorar o destruir el régimen de libertades y el pluralismo político, justificar racismo o la xenofobia, o que haga ostentación de símbolos, mensajes o elementos identificables con la violencia, o que justifique o exculpe ciertas actitudes de nuestro pasado histórico más reciente, antes de la parusía democrática de 1978. Como dije antes, sólamente una tolerancia a efectos prácticos impide que en España se ilegalice ya mismo con la legislación vigente a todo movimiento patriótico hoy existente. Elementos legales no faltan: apología o justificación del «genocidio» franquista, uniformes o símbolos que incitan a la violencia, idearios antidemocráticos que pretenden la subversión del orden constitucional, críticas a la homosexualidad, al islam, al judaísmo político… Al final, y lo digo por propia experiencia, los jueces españoles, auténticos diosecillos en su presbiterio judicial, pueden dictar una cosa y su contraria con exactamente los mismos hechos probados y las mismas leyes: de dos a cuarenta y ocho años de prisión, en mi caso. Y la razón básica de esta tolerancia práctica a la que auguro corta vida es que somos pocos, y que no somos un peligro inminente para el sistema democrático español, después de todas las desgracias que han acontecido en España en los últimos tiempos. Todo lo contrario que en Francia, donde más de siete millones de franceses votan al Frente Nacional… Y subiendo».

«Ciertamente España es un país más práctico que Francia. No hace falta gastar el sueldo de los señores políticos en mantener a patriotas inofensivos en prisión, cuando para desanimarlos basta con someterlos a la pena de telediario, de escarnio y amenaza pública ad aeternum en internet, de sanción social y laboral, y de interminables gastos en abogado y procurador, por no hablar de indemnizaciones y costas procesales debidas a toda aquélla asociación izquierdosa que tenga alguna causa que defender como acusación particular ofendida. Y también es un país más amable, en el que Guardia Civil y Policía, quizá por su traumática experiencia de años de
terrorismo separatista y de izquierda, y, por qué no, hasta el señor Fiscal, le dan a uno una palmadita en la espalda y le dedican una amable sonrisa mientras cumplen su leal labor de funcionarios al servicio del político de turno, o le piden a uno, sin perder el sueño, siete años por terrorismo por motivo de pintar la bandera de España sobre la placa conmemorativa de una señora comunista. Al menos, ese fue mi caso».

«La cuestión judía es otro elemento diferenciador: Francia desgraciadamente no tuvo el buen tino de nuestros Reyes Católicos y desde hace décadas ya, el judaísmo político y su instrumento de acción, la masonería, gobiernan y legislan en vuestro país, como bien sabéis. Es precisamente ese judaísmo político el que ha marcado, en Francia primero, desde 1789, y en toda la Unión Europea después de dos guerras, una política de disolución de las estructuras sociales básicas (gremios, municipios, familia); ha trazado un camino bien definido de destrucción de la religión católica, las tradiciones nacionales, la virtud individual y la moral pública, y de la raza blanca como fundamento material de la civilización y la filosofía cristianas; y ha desarrollado un perfecto plan de manipulación histórica y de pensamiento, usando como instrumento fundamental de su ingeniería social a una inculta izquierda neotrosquista para jalear el cambio y amedrentar con sus bravuconadas a los espíritus divergentes. De ahí toda esa avalancha de leyes en nuestros dos países para penalizar toda crítica pública al error, al vicio y a la mentira, que como bien sabemos, no tienen ni pueden tener derecho alguno jamás. Pero precisamente por la invisibilidad pública de ese elemento judío en España, no se ha insistido sobremanera allí en la penalización práctica de la negación del holocausto en tanto en cuanto no entre en el tipo penal del desprecio, humillación o discriminación (caso Librería Europa, reabierto recientemente por la vía penal de la violación de los derechos de autor del Mein Kampf). Sin embargo, un cambio legislativo en 2014 ha eliminado de nuestro código penal español a este respecto la exceptio veritatis, o prueba de la verdad como eximente de responsabilidad penal en los casos de negación del «genocidio» judío o en cualquier otra cuestión histórica del pasado que se pretenda hacer valer para disgusto de los bien pensantes en el poder».

«Pasemos ahora a enumerar las diferencias entre los movimientos nacionales español y francés en sus respectivos contextos históricos, con el fin de advertiros de la muy cierta posibilidad de infección por elementos doctrinales peligrosos, la Religión del Hombre y sus derechos, basicamente, provenientes de la teología protestante que han derivado en el liberalismo y comunismo que todos pretendemos repudiar y combatir pero que sin embargo se nos han metido en las entretelas sin darnos cuenta y con terribles consecuencias, como después contaré».

«Empezaré remarcando un hecho insólito y fundamental: España es el único país del mundo en el que su idea de patria no cuaja en torno a un movimiento revolucionario a secas (Protestantismo escandinavo, Inglaterra, Francia, Rusia, China, Japón, Turquía, Portugal) o revolucionario-independentista (EEUU, Latinoamérica, África, Balcanes, Indochina) o revolucionario-unionista (Alemania, Italia, y en cierto modo la Unión Europea). España es tal desde Recaredo, y a pesar de su fragmentación política durante la Reconquista, el ideal patrio de la España goda pervive hasta materializarse de nuevo con los Reyes Católicos, y desde siempre ha estado vinculado a la Fe Católica como elemento cardinal, que es la que ha dado a España unidad territorial y de destino evangelizador y civilizador. Sin la religión católica vinculada a la monarquía como coagulantes básicos de territorios, culturas y lenguas muy diferenciadas, que por lo demás jamás han sido ni pretendido ser homogeneizadas ni sometidas por fuerza, antes bien siempre conservaron su especificidad y gobierno; sin todo eso, no se entiende España. Por ello la auto-demolición de la Iglesia con el Concilio Vaticano II tras cuatrocientos años de penetración sucesiva de las infecciones protestantes, liberales y comunistas, primero en los enemigos europeos de España, y luego dentro de la propia nación española, es el desencadenante de la acelerada autodestrucción del régimen del 18 de julio, de la subsiguiente revolución de 1978 (la definitiva, después de los amagos de 1812, 1820, 1868 y 1931 gracias a una relativa catolización de las jerarquías e ideas liberales en el poder y a un fuerte arraigo social del tradicionalismo carlista) y, después de cuarenta años, del fin de España como nación. Todo, como en el pez, por pudrición primero de las cabezas civil y eclesiástica, Opus Judei mediante, y luego del cuerpo social».

«Por eso el odio a España y la búsqueda de su destrucción moral por las izquierdas y de su disgregación territorial por los separatismos tienen por fundamento único el odio a la Religión católica. El resto de la Cristiandad también ha ido pudriéndose por la infección de las mismas ideas anticristianas fomentadas desde el judaísmo político internacional desde tiempo inmemorial para la corrupción de las sociedades y la destrucción de las naciones con el fin de establecer la dictadura universal sobre los borregos o goyim, pero ha pasado por una fase que España no ha vivido: la revolución nacional, instrumento a partir de 1789 del judaísmo para destruir los estados cristianos (Primera Gran Guerra) y corromper y aniquilar las naciones revolucionarias, por la Segunda Guerra Mundial y la pudrición del liberalismo democrático y el comunismo disolvente o neotrosquismo».

«De aquí que el modelo arquetípico francés nos sea extraño a los españoles. Un país fuertemente centralizado desde mucho antes de la Revolución de 1789; con clases dirigentes rabiosamente liberales y anticatólicas que jamás se dejaron domesticar por el ralliement de León XIII con la République; antes bien, tan enemigas de la Iglesia como displicentes con ella fueron siempre los reyes de Francia desde tiempos de Philip le Bel, de modo que un país así sólo podía traernos un modelo nacional basado exclusivamente en idealismos históricos del pasado en el que la Fe católica no es sino un cohesionante más: primero la Patria, luego la Religión, siguiendo el modelo protestante del cuius regio, eius religio. Ejemplo de ello, primero y ante todo, ese Bonaparte cuya efigie idolatráis, el evangelizador de esa Revolución que jamás tragamos en España sino a sorbos constantes durante casi dos siglos. Y también militantes nacionalistas que bien conoceréis del estilo de Marc Sangnier, Maurice Barrès, Léon Daudet y sobre todo Charles Maurras. Y hoy nadie duda que la deriva actual del Frente Nacional de Marine Le Pen tiene mucho que ver con aquellas aguas doctrinales turbias».

«No diremos que España siempre estuvo libre de tamaños males hasta tiempos recientes; todo lo contrario. Ni la misma Iglesia se libró de la penetración del protestantismo y de sus dos hijos bastardos, el liberalismo y el comunismo, aunque por ser santa, aguantó bien el combate hasta 1962; sin embargo, estaba infectada desde finales del XIX y el golpe de estado revolucionario triunfó, hasta el punto de que hoy su unidad, santidad, catolicidad y apostolicidad brillan por su ausencia. España, junto con la mayoría de países latinoamericanos y Portugal, también luchó en buena lid pero la destrucción de la Iglesia fue como el hundimiento de sus cimientos patrios. Sólo así se puede explicar el rapidísmo suicidio del régimen de Franco, la desaparición del carlismo y la práctica extinción de la Falange y la locura colectiva que invadió a una población española mayoritariamente católica y conservadora que en cuarenta años es irreconocible, se ha dejado violar, robar, engañar e invadir y parece por lo demás haber sido sustituída por extraterrestres. Mas ¿acaso no se adivinaba el porvenir cuando todos los señoritos liberales de misa diaria que llevaban setenta y cinco años abusando de las clases trabajadoras llamaron a los campesinos católicos y a los falangistas para que fueran a morir por salvar sus muebles de un monstruo comunista que ellos mismos habían creado? ¿O cuando la Iglesia Católica, primer accionista de sociedades capitalistas de España gracias a las indemnizaciones por la desamortización de Mendizábal bendecía la Santa Cruzada? ¿O cuando la Falange con su estilo de justicia social fue deshauciada del gobierno por los tecnócratas del Opus en 1958?»

«Hoy vivís un resurgimiento del nacionalismo en Francia: a pesar de que también hay mayoría de extraterrestres como en España, tenéis un substrato sociológico fértil de alrededor de siete millones de personas, con protestas en la calle contra el aborto, la invasión inmigratoria desbocada, la amenaza del Islam y el contubernio sodomítico, gracias a lo cual tenéis los problemas penales que tenéis, todo lo cual sin embargo en España no existe; la razón ya está explicada: el patriotismo francés no tiene mucho que ver con la Religión Católica, es esencialmente laico, y el papel de la Iglesia no es relevante para el triunfo del movimiento, no pasa de ser histórico-folclórico en todo caso, y tiene una bonita referencia en el lefebvrismo tradicionalista que se remonta a las petites églises disidentes del Concilio Vaticano I (1870). Mas ¿quién osará construir un movimiento nacional tipo francés en España al margen de la Fe católica después de lo que hemos dicho? Y si se pudiera hacer ¿qué monstruo no saldría de ahí y con qué consecuencias?» «Noto que idealizáis a España, su tradición, su fe, su patriotismo, como hacía Robert Brasillach en 1939 con bastantes más motivos y más reales que vosotros ahora. Mas olvidaros de eso: España es un desierto de patriotas: algunos miles de simpatizantes y centenares de militantes desperdigados; y un sumidero de extraterrestres ateos, viciosos, adoradores de sí mismos y de su libertad para el mal, ignorantes, necios, que idolatran a la democracia, que se manifiestan a favor del aborto, la sodomía y una mayor inmigración invasora; que odian a su patria, a su bandera, a sus símbolos (fútbol aparte), a su historia, que aceptan cualquier cosa salvo lo español, precisamente porque rezuma catolicismo por todos sus poros… En definitiva, que odian lo que son, su propia esencia, como si hubieran venido de otro planeta, lo cual es el summum de la locura».

«Yo sé que tenéis un cierto complejo de inferioridad con España: envidiáis el régimen de Franco que marcó una época y a varias generaciones frente al État Français del Mariscal Petain que apenas sí duró tres años, y frente al régimen corrupto del cobarde De Gaulle que vendió Argelia a los moros que ahora están en vuestras calles, y que miró a otra parte en el 62 cuando degollaban en Orán a sus compatriotas franceses. Envidiáis, a pesar de lo antes dicho, la magnífica gesta de la Cruzada española contra el comunismo, la única derrota que éste ha sufrido en su historia, mientras que vosotros os batíais aquí en Lyon calle por calle en el 44 contra los comunistas para ser derrotados y fusilados por miles. Veis ejemplos de valentía en el ejército español, como el desgraciado asalto al Congreso del Tte.Coronel Tejero, mientras que vuestros valientes militares fueron fusilados en Argelia tiempo ha por su propio gobierno, o desterrados bajo pena de muerte, como el insigne Coronel Chateau-Jobert. Pues bien: olvidad todo eso. Vuestro movimiento es cien mil veces más próspero aquí que en España, en la que no parece haber más futuro que mantener la llama viva y dar testimonio por pura dignidad».

«Permitidme que acabe con algunos breves consejos como consecuencia de lo dicho: alejaos de las malas doctrinas de la Religión del Hombre sin Dios. Que vuestra patria francesa sea unidad de destino civilizador y evangelizador, de la Cultura con mayúsculas, de lo Espiritual, de lo Universal, no del folclorismo nacional. Recordad que la Política es el último capítulo de la Filosofía perenne de Santo Tomás, pero que antes están la Lógica, la Certeza, la Antropología de la criatura espiritual, el conocimiento racional de Dios, el Ser de las cosas, el conocimiento de la Creación y de la Naturaleza, y que sólamente con una buena base al respecto en la inteligencia puede obrar correctamente la voluntad, primero en el orden moral individual (la revolución interior) y sólo después en el exterior: la Política, la Revolución exterior que tanto ansiamos, la Revolución del Bien contra la Revolución del Mal. Que como exigía Sta.Juana de Arco a sus hombres, hay que estar confesado y comulgado antes de entrar en combate. Que hay que hacer bien los deberes humanos primero para que Dios ayude. Y que aunque parezca que por el momento estamos malditos colectivamente, Dios está siempre con nosotros individualmente. Pronto levantará su bandera, su Iglesia resucitará, y se dará la gran batalla entre el Bien y el Mal, la Religión de Dios hecho Hombre contra la Religión del Hombre hecho Dios. Eso, o la venida de nuestro señor a juzgar vivos y muertos tras la terrible persecución del Anticristo».

«Por eso acabo con la palabra martirio, que debe estar siempre presente en la mente del militante patriota del sitio que sea. Vosotros los lioneses la conocéis bien, por San Ireneo y sus compañeros cristianos mártires de la Religión del Emperador. Por los héroes caídos de Lyon durante el asedio de los hugonotes protestantes y de las tropas de la Convención del Terror revolucionario. Y por aquéllos que junto con sus camaradas alemanes dejaron su vida en las calles de esta ciudad en combate contra el comunismo o tristemente fusilados tras su digna derrota.

Vive la France! ¡Arriba España! ¡Europa cristiana o muerte!

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