Fue hace dos siglos, cuando promulgando leyes, se inició la abolición de la esclavitud. Era aquella esclavitud que todos imaginamos, en forma de bola de hierro encadenada a una pierna y manos engrilletadas. Esclavos condenados a trabajos penosos de sol a sol, a los que se alimentaba y se daba un techo para que rindieran al máximo posible. 

Aquel tipo de esclavitud parece que, en la actualidad, ya no está contemplada como derecho de unos pocos sobre muchos.

Aquel esclavo trabajaba, comía lo imprescindible, descansaba lo mínimo, a veces se reproducía y moría, generalmente joven, todo ello a costa del «amo».

Desde el siglo XX la humanidad «goza» de «libertad». Ha llegado el «progreso», con ese progreso hemos pasado de llamar libertad al hecho de que las pesadas bolas y los penosos grilletes ya no se usen. Ahora las cadenas son invisibles o son de variadas formas y colores, todo muy multicolor, como el arcoíris.

Los amos, los poderosos, los que manejan los hilos, han adquirido una manera mucho más sibilina y endiablada de someter al resto, a la mayoría. Si antes el esclavo tenía la esperanza de encontrar herramientas para poder romper esas cadenas y huir a algún lugar más justo, el hombre «libre» de hoy en día ni siquiera nota los hilos que le manejan, con lo cual oponerse a algo invisible te hace quedar como loco. Por lo tanto, objetivo conseguido.

La actual corrección politicoprogre-pseudocomunista nos ha hecho olvidar que fue la doctrina cristiana quien primero enseñó el respeto a la dignidad humana y condenó la esclavitud en todas sus formas, aquella de grilletes y la actual, en forma de sometimiento a condiciones de trabajo miserables y formas de vida muy sofisticadas pero profundamente injustas, con la rematada injusticia que hace sucumbir el propio alma del hombre, su Dignidad, su Espiritualidad, su Fe y su Esperanza.

Por supuesto que ha habido movimientos políticos en los que el respeto al ser humano, a la grandeza de la Patria y a la verdadera libertad del hombre eran primordiales, conocidos como fascismos. Y claro está, por su propia naturaleza respetuosa de la esencia espiritual y profunda del hombre y de la dignidad humana, fueron atacados y prácticamente destruidos por un orden mundial triunfante nacido del odio a lo bueno, a lo justo, a lo bello.

Y hay que reconocer que los malditos «amos», ayudados por tecnologías maquiavélicas, ingenierías malvadas y manipulaciones demoníacas, han logrado que la mayoría seamos esclavos con cadenas invisibles pero mucho más férreas e indestructibles que las bolas y grilletes. Sometidos a control antes impensable. Se conocen nuestros gustos, movimientos, ideas y esperanzas. 

El ojo que todo lo ve, está vez sí que sí, lo ha conseguido. 

Borreguilmente vamos al redil, eso sí, sin separar la mirada del móvil, conectados a RRSS que nos dicen que somos muy libres porque podemos contactar con un chino en china o con un negro en Somalia (porque hacerlo en persona ya se puede hacer en cada barrio y “globalizarnos” aún más).

Somos muy, muy libres… Libres para escoger modelo de aparato. Libres para elegir trabajo entre muchos empleos miserables (que si tu no quieres hay miles detrás que sí lo querrán). Vivienda también podrás elegir si consigues que los amos financieros te «concedan» con precios de usura una hipoteca millonaria que no podrás pagar ni aunque vivas doscientos años.

Libres de «viajar» a cualquier parte del mundo, porque el mundo entero está conectado y controlado y la globalización se impone. Libre de elegir educación para tus hijos, siempre, por supuesto, que te amoldes al orden establecido. Tendrás que aceptar que a tus hijos los adoctrinan en la «diversidad racial, sexual, y multi todo». Se podrán mezclar con todas las razas y colores, con machos, hembras, animales y cosas. 

Lógicamente, se impone también hacer apología de todo lo «correcto». 

Pero cuidadito, si te opones al régimen mundial, si defiendes la Cruz Cristiana, la verdadera Justicia Social, si luchas por tu Patria, por tus raíces, por tu identidad. Si eres contrario a las pseudoleyes abortistas y pro eutanasia, si defiendes la Familia Tradicional, si estás dispuesto a dar la vida por la Verdad… ahí te vas a jorobar. Ahí, como todos sabemos, te conviertes en nazi, fascista. Ahí, las cadenas no solo van a ser las invisibles de control total, es que eres merecedor acreditado de las otras, los grilletes y la cárcel.

Si en el colmo de la insumisión, eres Falangista, no solo mereces cadenas y cárcel, también mereces la ejecución, pero ya se sabe, o se debiera saber, ser Falangista además de hacerte vivir en rebeldía contra este régimen mundialista infame, te hace tener claro que puedes perder la vida pero que sabrás MORIR MATANDO.

Por eso nada mejor que recordar este fragmento de un artículo de un gran Falangista, José Antonio Girón:

«…libertad del hombre para aclamar y amar a su Patria, para mandar en su hogar, para arrojar de él las pestes que le infectaban, libertad para trabajar sin el agobio del despido injusto y para percibir para sí y para su familia un salario decente. Libertad de ponerse enfermo, libertad de envejecer, libertad de tener hijos, libertad de participar en la Reglamentación de su trabajo, libertad de defenderse ante Tribunales independientes y, finalmente, señores, libertad de ser útiles a la Patria y libertad de adquirir nuevos derechos y con ellos nuevos deberes y libertad también de poseer el inefable goce de poder cumplirlos. Libertad de responsabilidad; es decir, libertad de poder llegar a tener sobre los hombros la máxima responsabilidad del país, la del mando y libertad por tanto de saber ejercerla».

José Antonio Girón de Velasco: La libertad del hombre (1957)

Elena Pérez

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