La decadencia en la que están hundiendo a España ha llegado a límites humillantes; Ya ni somos capaces de garantizar nuestras fronteras. Frente a un grupo de inmigrantes armados rudimentariamente, nuestras fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado encargados de evitar su entrada incontrolada han sido violentamente sobrepasados.
Y parece que hemos de aceptar esta realidad como si nada. A qué grado de pobredumbre han llevado a nuestra España, maniatada por la dictadura de lo políticamente correcto, que es derrotada en un enfrentamiento esperado, en un lugar fortificado, vigilado y custodiado por Guardias Civiles especializados en esa tarea.
La voluntad de 800 inmigrantes armados con lanzallamas caseros, cal viva, heces, piedras y botellas es más fuerte que todo un Estado.
Es inaceptable que nuestros agentes no puedan aplicar la fuerza para cumplir sus funciones frente a una agresión violenta, incluso que ni puedan protegerse a ellos mismos. Pero si así han de ser las cosas, no sólo deberán abandonar nuestras fronteras; Si el estado abandona sus obligaciones del uso legal de la violencia, el único camino que les queda a sus agentes es guardar sus uniformes y quitarse de en medio para que cada uno se defienda como considere. O es que los españoles volvemos a ser ciudadanos de segunda en nuestra propia tierra.
España está propiciando su propia invasión. Los que saltan la valla son sólo la punta del iceberg; En lo que va de año han sido atendidos a pie de playa más de veinte mil subsaharianos siendo estos sólo los detectados al llegar a nuestras costas peninsulares. A todo ello, hay que sumar todos los que se cuelan por nuestras fronteras ya sean en el sur o por los Pirineos… Y la mayor parte sigue entrando por avión. Mientras, el gobierno anda recogiendo todos los barcos de transporte de ilegales del Mediterráneo.
Nos hablan de refugiados, desplazados, niños y mujeres,… pero la mayoría de los que entran en nuestro país son hombres nada indefensos, organizados y potencialmente violentos. Y aún así les recibimos con garantías, derechos sociales, atenciones y ayudas que pagamos con nuestros impuestos mientras dejamos desamparados a los españoles más necesitados.
Por otro lado están las mafias que siguen con su rentable negocio de tráfico de personas, negocio que casi parece legal.
Estamos llenando nuestras calles de peligros: llegada masiva e incontrolada de ilegales que acabarán formando parte de los millones de extranjeros que ya son legales; negocios que no pagan impuestos ni cumplen normas, inseguridad, violencia, delincuencia, bandas organizadas, robos, islamistas, traficantes o violadores.
Eso sí, los que nos gobiernan o los directivos de los medios de comunicación viven muy protegidos con seguridad privada, altos muros, alambres de espino, vallas electrificadas y alarmas. Su contacto con los inmigrantes se reduce a tratar con su sirvienta o con quién cuida a sus mayores. Así es más fácil dar lecciones de humanidad.
“Se vuelve a cumplir una verdad incuestionable: Sólo los ricos pueden permitirse el lujo de vivir sin Patria y sin fronteras.
Exigimos que nuestras fronteras sean seguras. No es cuestión ni de grandes muros ni de poner más concertinas. Es cuestión de voluntad usando la medidas necesarias para conseguir fronteras tan eficaces que nadie se llegue a plantear que puede pasar por encima de nuestros agentes armados sin recibir la respuesta pertinente.
Y los españoles hemos de asumir como reto colectivo el dejar de ser borregos de los que poderse burlar a carcajada limpia anunciando como solución que van a reforzar la zona con 19 agentes más.