La Constitución Española del 78 (en adelante CE) ha consolidado el poder de los partidos políticos estatales. El artículo 6 de la CE dice así: “Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política. Su creación y el ejercicio de su actividad son libres dentro del respeto a la Constitución y a la ley. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos.” Con este artículo, los denominados padres de la Constitución, como miembros de la clase política, aseguraron sus privilegios (representatividad y financiación públicas) al consagrar el papel de los partidos políticos como “instrumento fundamental para la participación política”.
La ponencia integrada por Miguel Herrero (UCD), Gabriel Cisneros (UCD), José Pedro Pérez-Llorca (UCD), Gregorio Peces-Barba (PSOE), Jordi Solé (PCE), Manuel Fraga (AP) y Miquel Roca (Pacte Democràtic per Catalunya), empezó a trabajar en reuniones secretas (gran símbolo de “transparencia”), en fecha 22 de agosto de 1977. El 22 de noviembre de 1977 la revista Cuadernos para el diálogo publicó los 39 primeros artículos del borrador y, posteriormente, varios periódicos hicieron público el articulado entero, lo que generó cierto impacto en la sociedad.
Estos “ponentes” instauraron así un estado de partidos, estado que sólo puede funcionar a través de los partidos políticos (Heinrich Triepel), lo que se traduce, en la partitocracia existente. Las consecuencias de dicho régimen han sido y seguirán siendo nefastas para la nación española, pues toda la vida política se ve reducida al arbitrio de las cúpulas directivas de unos partidos políticos que, mediante la disciplina de partido, arma de destrucción masiva que atenta contra la libertad de conciencia, acaban imponiendo su voluntad al pueblo con una legislación que en muchos casos favorece a la oligarquía económico-financiera. La tragedia es mayúscula cuando se constata que esta partitocracia ha conseguido la hegemonía cultural gracias a la instrumentalización de los medios de comunicación de masas, de la legislación, y de las instituciones educativas; todo ello, dentro de un proceso de globalización que pretende imponer un pensamiento único dirigido por una “élite” apátrida que detenta el poder y cuyo objetivo único es aumentar el mismo. Asimismo, mientras una auténtica democracia tiene un alto componente “civilizador”, ya que traslada el poder político a la sociedad civil, cada día comprobamos la pobreza que nos trae la partitocracia a nuestras vidas, relegando el papel de la sociedad civil a un residual acto de votar cada 4 años.
Desde La Falange continuaremos defendiendo que, como miembros de la comunidad, tenemos el derecho de participar en el gobierno del común a través de una democracia directa y representativa.
Seguiremos arrojando luz.