Hay una regla no escrita que se cumple siempre en la actual pseudo-democracia española. Cuando todos los partidos parlamentarios están de acuerdo en algo, habitualmente suele ser a costa de la Justicia, con mayúsculas, o del interés general de la Patria. Con poquísimas excepciones, que sin duda confirman la regla. En este caso, todos los partidos parecen encantados, empezando por el partido que sustenta al Gobierno, con la posibilidad de que el golpista Puigdemont venga al Senado a debatir la aplicación del artículo 155 de la Constitución, incluso se le está ofreciendo, de manera más o menos explícita, la posibilidad de no aplicar finalmente dicho artículo si el mandarín separatista se retracta y da marcha atrás a sus planes sediciosos.
En primer lugar, no entendemos a qué viene este individuo a Madrid, después de dar un golpe de Estado contra la sagrada unidad nacional. ¿No ha quedado suficientemente claro que no acata nuestra Constitución, ni tiene el menor respeto a las instituciones? Cuando un gobierno toma una decisión en este caso acertada, y este gobierno ha tardado casi un lustro en tomar esa decisión acertada, no hay nada que debatir en el Senado al respecto, y menos aún invitando a comparecer a quien es un vulgar golpista, un enemigo declarado de España.
En segundo lugar, este sujeto tiene que ser, insistimos, detenido, juzgado y encarcelado por sedición y por rebelión. Es inadmisible, un verdadero atentado a la Justicia y la igualdad de los españoles, que 14 patriotas tengan que entrar en prisión dentro de unos días por gritar «Cataluña es España» y dar un empujón y medio, y en cambio los golpistas Puigdemont, Junqueras, Forcadell, Artur Mas y el resto de dirigentes separatistas estén libres y mantengan sus cargos públicos, pagados con el dinero de todos los españoles. Estos agravios comparativos hacen que este sistema mal llamado democrático sea percibido, cada día más, como una mala broma por parte de los españoles.
El señor Rajoy está compitiendo duramente, esforzadamente, por arrebatar a Rodríguez Zapatero el dudoso honor de ser el peor presidente de la democracia.
Editorial de “Buenos días, España” de Radio Inter