Hoy han llegado las tres embarcaciones al puerto de Valencia con los más de 600 ilegales rechazados por Italia y Malta. Esta ha sido la decisión más mediática que ha efectuado, por el momento, el nuevo Gobierno de Sánchez. Y todo el sistema -políticos y grandes medios de comunicación- se ha volcado en apoyar esta decisión con el argumento de que era una cuestión humanitaria ineludible que pone al gobierno español como referente de la solidaridad.

Pero fuera del análisis simplón e inducido que nos hacen asumir vemos que es una decisión hipócrita, peligrosa, irresponsable y que si es con alguien solidaria lo es con los grandes capitales.

En un primer análisis más superficial la podemos calificar de tremendamente hipócrita porque si en verdad creen que es una necesidad humanitaria abrir nuestras fronteras, deberían abrirlas para todos y no sólo para los «mediáticos» que sirven para ganar votos. Pero tomar esta decisión todavía es pronto en el proceso de lavado de cerebro al que nos están sometiendo y que va a terminar con nuestra propia identidad.

Es también muy peligrosa porque crea un precedente al que aferrarse las mafias que trafican con personas -pese a que lleven nombres de ONG- para aumentar su beneficio en este rentable negocio: El transporte de nuevos esclavos como mano de obra barata para romper el mercado laboral y acabar con nuestros derechos como trabajadores; pero también para renovar el «personal» en los prostíbulos y permitir que lleguen nuevos terroristas que intenten imponer el islam en Europa.

Una decisión que es un irresponsable efecto llamada que traerá dramáticas consecuencias llenando de cadáveres el estrecho y aumentando la llegada masiva de ilegales a nuestras ciudades.

España es un país casi en bancarrota, con una deuda impagable y con graves problemas sociales como el paro, las condiciones laborales, la sanidad, la educación, las pensiones y la seguridad ciudadana. Pero de nuevo se vuelve a denigrar al español, culpable por el simple hecho de serlo y que no puede permitirse el lujo de ser solidario. Para la casta dirigente y mediática, esta mayoría de españoles son de segunda.

Pero más allá de las consecuencias inmediatas, la llegada continua de extranjeros responde a un plan de las altas finanzas para destruir la identidad de las naciones europeas, acabando con nuestra fe, derechos y libertades. Un plan para convertir a los ciudadanos europeos en una masa de dóciles vasallos sin historia ni sentimiento de pertenencia a la Patria. Y así poder implantar un futuro gobierno único mundial. Por eso, el actual occidente condena a la miseria a los africanos o desestabilizando sus naciones -con primaveras árabes o guerras tribales- o explotando sus recursos naturales. Por eso, son magnates como George Soros los que financian las supuestas ONGs que trafican con personas. Por eso, los gobiernos europeos que sirven al capital aplican sus planes. Y por eso, los grandes medios de comunicación manipulan la opinión pública para favorecer este proceso autodestructivo.

Este nuevo occidente -el sistema- que es responsable de drama humanitario que viven en el tercer mundo, quiere ahora hacernos creer que atender a los ilegales del Aquarius es una cuestión de solidaridad. Será solidaridad con sus planes pero no con las víctimas de su capitalismo salvaje que sus barcazas transportan.

¿Cuántos millones de euros se destinan para traer a personas obligadas hoy ya no con cadenas pero sin con miseria y hambre? Dinero que si se aplicaran en los países de origen sería muchísimo más rentable para mejorar sus condiciones de vida.

Esta es la realidad que no explican sobre el drama de la inmigración que es ya una invasión planificada. Nos engañan aprovechando los sentimientos propios de la caridad cristiana. Pero la virtud de la caridad se realiza con tu propio bolsillo y no con el de un pueblo asfixiado de impuestos.

Estas más de 600 personas podrían ser colocadas entre la Zarzuela, la Moncloa, el «chalet» de Pablo Iglesias y las segundas residencias de los propietarios de Atresmedia y Mediaset y no les supondría ningún problema ni de espacio ni económico. Éste sí sería todo un ejemplo de humanidad digno de admiración, pero va a ser que no; Todos estos «solidarios» lo son pero no con lo suyo.