Los falangistas amamos a España porque no nos gusta, la frase, tan utilizada y reutilizada, fue pronunciada por el fundador de La Falange y no por repetida deja de ser una auténtica definición del espíritu falangista.
Y es así, la amamos y cada vez más porque cada vez nos gusta menos. Pero ¿Cómo no amar a la madre que un día fuera fuerte, protectora, llena de virtudes cuando cae enferma, gravemente enferma? La amamos igual o más porque la vemos traicionada por sus propios hijos, unos por pura maldad, otros por pura ignorancia. La enfermedad tiene unos síntomas claros, traición, cobardía, eso sí, todo bajo la palabra «democracia». Es un cáncer que la debilita, los elementos cancerígenos atacan una y otra vez el espíritu y el cuerpo de la Patria sin darse cuenta, o sí, de que haciendo daño a España se lo hacen a sí mismos. El cáncer puede que arrase con todo pero muere al morir el cuerpo enfermo.
También es verdad que existen los remedios que pueden destruir el mal. Ortega hablaba del «hombre masa» del »señorito satisfecho, el niño mimado de la historia que como tal no la respeta. Confunde libertad con libertinaje y deambula sin proyectos o ideas. ¿No es evidente? Lo único que se le ocurre es huir de su propio destino, atentado contra lo que le sacó del marasmo secular en el que se hallaba sumido». Por lo tanto, está claro que de la masa «democrática», la masa votante no va a surgir ni héroes, ni hombres que miren y vean más allá de lo que la «normalidad» nos impone.
La curación de una España enferma siempre ha estado y está en manos de una minoría selecta. Unos hombres que sienten y sufren por España, que tienen ideas y proyectos y que saben que España ha sido y será grande porque es más que un «país», más que un «territorio» más que una «historia», es Una Unidad de Destino en lo Universal.
La Falange lo sabe y también sabe que el mal que acecha a la Patria hay que extirparlo, bien con medidas al alcance del estado, suponiendo que este estado tuviera dignidad o que, al menos tuviese instinto de autodefensa. O bien con medidas radicales y tajantes. No parece que el actual estado español vaya a reaccionar ni sea capaz de aplicar las tibias medidas que el propio sistema destructor le ha dejado a su alcance. Lo que se llama ahora «sociedad civil» está agonizando y a la vez celebrando esa agonía distrayéndose de lo fundamental. Que termine muerta y enterrada lo merece, por cobarde, traidora y tonta. Pero España es más que esa «sociedad civil», más que sus ríos y montes descuidados, más que sus calles sucias y denigradas, más que los bellos paisajes que aún quedan, más que los impresionantes monumentos y templos, más que la gente que la puebla. Es la emoción y la sangre de los que lucharon por engrandecerla. La Falange sabe mucho de eso, de lucha, de hombres valientes y de sangre.
Y fiel a sus principios, sigue dispuesta a derramar su sangre y por supuesto la de los traidores, así debe ser por mucho que a los demócratas actuales les indigne oír en boca de nuestros camaradas Manuel Andrino y Jesús Muñoz frases como «Cataluña jamás se irá de España, aunque para ello tengamos que derramar la última gota de nuestra sangre, pero también, y faltaría más, la de los enemigos de España, como ya hicimos los falangistas en el año 36».
«Y, ojo, nosotros, para evitar el desmembramiento definitivo de España no vamos a enarbolar ni empuñar ejemplares de la Constitución, ni papeletas, ni urnas, no, vamos a defender la sagrada Unidad de la Patria enarbolando la bandera nacional y empuñando las armas que tengamos a nuestro alcance, tal y como nos hemos comprometido en nuestros juramentos, en los que hablábamos de derramar hasta la última gota de nuestra sangre, y, por supuesto, derramando si es necesario la sangre de aquellos que quieren asesinar a nuestra nación, y con ella el pasado, el presente y el futuro de todos nuestros compatriotas».
Se escandalizan, como dice el jefe de La Falange en Cantabria, «les duele», claro que les duele, no porque la verdad les llegue al corazón y les haga vibrar por sentirse traidores y cobardes, les duele porque ven que no todo es «masa», ven que hay hombres que no se han creído en ningún momento el camelo democrático.
Es imposible engañar a un falangista, porque para serlo hay que estar hecho de una fibra especial y de ello hay tantos ejemplos! Los mejores hombres, los más valientes, los intelectuales más brillantes, los campesinos más nobles, los trabajadores más dignos, encuentran su lugar en los principios de La Falange
A este respecto se refiere José Antonio con estas rotundas palabras: «Seamos universitarios, pero también partícipes en la tragedia de nuestro pueblo». Como hombre inteligente, y aparte de su profundo sentimiento español, José Antonio llega al patriotismo por el camino de la razón y de la crítica y aunque a algunos, incluido Ortega les haga algunos reproches, les agradece que «deshicieran a cuchilladas muchos espantapájaros armados con mentiras». Porque él tampoco amaría ni «el optimismo desvergonzado», «ni las confusas vegetaciones», «ni patrioterías ni faramallas de decadencia», «ni el panegírico y laudo incesante de España», de «una España mediocre plegada al gusto zafio y triste». Frente a las mentiras y tercerías, quería una España limpia y elevada, proclamando «su amor por la eterna e inconmovible metafísica de España».
Puede que estas palabras de significado tan profundo sean ininteligibles para la mayoría, la tan citada «masa» pero ¿qué importa? ¿Que puede importarle eso a quien tiene el alma repleta de amor a España? El camino está claro para quien lo quiera seguir. Yo, como Falangista, quiero recorrer ese camino junto a hombres como Manuel Andrino y Jesús Muñoz.
¡Arriba España!
Elena Pérez, Secretaria Adjunta a la Jefatura Nacional de La Falange