A su llegada a Lobkovo. Esparza ascendió los quejumbrosos escalones del pajar que servía de observatorio a las fuerzas de la guarnición. El coronel desenfundó los prismáticos.
-Aquella es la Capilla Vieja, mi coronel.
No era necesaria la observación. El coronel conocía la Capilla Vieja, y sabía que estaba guarnecida por la sección del alférez José Escobedo Ruiz, que ya se había recuperado de las heridas recibidas en Sitno. El coronel enfiló sus prismáticos hacia la izquierda, a las dos colinas, dos jibas de un invisible y gigantesco camello que se hubiesen detenido en su marcha por la vera del rio.
-En cada una de esas lomas debemos establecer una posición, de manera que los barrancos
queden batidos para impedir cualquier intento de infiltración enemiga.
Seguidamente, el grupo descendió del observatorio y el coronel continuó su viaje a Udarnik. Se detuvo en el camino y dispuso que se creara una nueva posición entre dos puestos situados a la izquierda de la carretera.
-La llamaremos Posición Intermedia -dijo.
Pocas horas después, los zapadores ultimaban los pozos de tirador y las zanjas de la Intermedia.
El alférez Rubio Moscoso llegó acto seguido, montó los puestos con los hombres de su sección y envió un enlace para comunicar la novedad: «Nos hemos hecho cargo del objetivo.»
«LA INTERMEDIA»
Los españoles no tenían fuerzas suficientes para mantener una línea continuada porque sus fuerzas estaban concentradas en los poblados y luego poseían toda una serie de pequeñas posiciones, que actuarían como elementos recordatorios ante una ofensiva contraria. La misión de estos puestos era resistir para dar tiempo a movilizar las reservas y las «Agrupaciones de segunda línea» que impedirían la progresión contraria. Una de estas posiciones iba a cumplir hasta el final la misión encomendada.
El Ejército Rojo se disponía a iniciar una ofensiva sobre el Wolchow. El Cuartel General había creado el 17 de diciembre el «Frente del Wolchow» compuesto por los ejércitos IV y XXVI al mando del general Kiril Meretskov, mientras se mantenía el Grupo de Ejércitos de Novgorod. Ambas concentraciones deberían ponerse en marcha. En el campo alemán, Hitler estaba dirigiendo personalmente la guerra. Von Brauchitsch ha perdido toda la confianza y el día 19 se aceptará su dimisión haciéndose cargo el Führer del mando supremo directo de las fuerzas armadas del Tercer Reich. El día 16 había dado la orden que iba a salvar a su Ejército de la catástrofe napoleónica, no se abandonaría ninguna posición. La brecha entre Tikhvin y Tula la sería cerrada enviando cuantas fuerzas se tuviesen por pequeñas que fueran, y las tropas deberían prepararse a resistir. En el telegrama dirigido a los Grupos de Ejército Central y Norte se podía leer:
«Defiéndase el terreno con voluntad fanática…»
Los ataques iniciados el día 24 de diciembre indicaban que los rusos intentarían romper la línea española entre Udarnik y Bystriza. En esa línea estaban los puntos fuertes de Lobkovo y Udarnik; entre ambos se había colocado una posición que recibió el nombre de «La Intermedia» . A las tres de la mañana del día 27 de diciembre de 1941 los Regimientos soviéticos 1002 y 1004 se lanzan sobre las posiciones de Lobkovo y Udarnik. Los rusos tropiezan con «La Intermedia». El alférez Rubio Moscoso sabe lo que se le viene encima. Está dispuesto a resistir y envía a un sargento para comunicar las dimensiones del ataque. Era evidente de que se trataba del inicio de una maniobra envolvente sobre las posiciones españolas. Desde Lobkovo se pudo advertir a Román de lo que se le venía encima. Esparza temía por su línea. Desesperado, ordenó al veterano Román que replegase todas sus fuerzas y se acorazara en Udarnik. Al mismo tiempo la 11ª de Fernández Vallespín y la Sección de Asalto de del alférez Pettenghi tratarían de llegar desde Miasnibork mientras García Rebull con el 1er. Batallón se dirigía hacia Lobkovo. El sistema de distribución de fuerzas español estaba poniéndose a prueba pero su éxito dependía de la capacidad de resistencia.
A las seis y media la situación era desesperada. Román estaba cercado y parte del pueblo había
sido ocupado. El veterano comandante comunicó su disposición a lanzarse al frente de sus hombres al contraataque desesperado con bombas de mano. Aunque se trató de hacerle desistir, el heroico comandante lanzó su acción recuperando el pueblo. A las ocho de la mañana los refuerzos había llegado y los españoles en vez de asegurar sus posiciones se lanzaron al ataque. ¿Estaría aún Rubio Moscoso en «La Intermedia»?
HASTA EL ULTIMO HOMBRE
Entre las diez y las once los españoles llegaron a «La Intermedia»; todos los defensores estaban muertos. Los guripas no pudieron contenerse ante el macabro espectáculo: los cadáveres habían sido clavados al terreno con picos. Los heridos habían sido rematados. Las fuerzas españolas se lanzaron a la persecución ignorando lo que esto pudo suponer para aquellas fuerzas. Los hombres de Pettenghi en los bosques y las fuerzas de García Rebull y Román hasta el Wolchow destrozaron a los regimientos soviéticos en retirada.
Nuevamente los rusos se lanzaron sobre una de aquellas posiciones «La Capilla Vieja» defendida por el alférez Escobedo era su objetivo. Esta vez los españoles no estaban dispuesto a dejar que /se repitiera la bestialidad de la «La Intermedia». García Rebull formó a sus hombres y corrió en ayuda del ya herido Escobedo; más de 1.000 fueron esta vez las bajas de los soviéticos. Muñoz Grandes impresionado por el sacrificio de «La Intermedia» incluyó el hecho en una Orden
General.
Unos días antes había dirigido un mensaje a España alabando a sus hombres.
La posición era un montón de tierra horadada y cubierta de cadáveres desnudos. Cadáveres españoles clavados al hielo con sus propias bayonetas y picos de fortificar. Algunos aparecían atrozmente mutilados, sañudamente acuchillados. Varios de ellos conservaban las manos crispadas, en la última fase de la lucha. En torno a los despojos humanos se apiñaban los casquillos y peines vacíos, lo que indicaba que se habían consumido toda la munición, hasta el último proyectil, antes de que el oleaje enemigo inundara la posición. En la casamata construida en el centro del círculo defensivo, alguien halló otros dos cadáveres.
-¡Cabrones!
Los soldados soltaban tacos o apretaban las mandíbulas mientras recorrían el mogote. Sólo hallaron dos cuerpos con vida. El de un sargento, que agonizaba, y el de un guripa bisoño, casi un
crío. Semidesnudo, tiznado de humo, el casco se le había desprendido de la cabeza, quedando fundido en un charco de sangre coagulada. El cadáver del alférez Rubio Moscoso yacía junto a sus soldados muertos.
-¡Cabrones!
Inmediatamente las fuerzas españolas iniciaron la contraofensiva. Con rabia, con furia, fueron
pisándoles los talones a los soviéticos, que ahora se replegaban siguiendo el cauce helado del Vóljov. Los guripas habían cumplido al pie de la letra la orden del General «No es posible retroceder. Tenéis que permanecer clavados a la tierra».
Y, efectivamente, cuando nuestras tropas, en brioso contraataque recuperaron la posición, todos estaban allí muertos, ni uno sólo retrocedió.
¡Qué orgullo se español!. Vuestro General Muñoz Grandes.
Extractado del libro sobre la biografía de MUÑOZ GRANDES de Fernando Vadillo.
Caídos de la División Azul ¡PRESENTES!
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