Una vez más la cobardía, la traición y la estupidez supina, fue la imagen que dominó la manifestación de ayer en Barcelona, donde un pueblo que se arrastra por el fango sigue dando muestras de que sus dirigentes políticos, empezando por el jefe del estado, son incapaces de acabar con el suicidio colectivo al que están arrastrando a esta nación, antes orgullosa y valiente, para convertirla en una cochambre llena de ratas, sabandijas y cucarachas que aplauden y ovacionan a quienes les asesinan en nombre del Islam, mientras retiran calles, placas y estatuas a quienes en algún momento dieron una muestra de grandeza, honor y valor frente a quienes en aquel momento de la sangrienta II República, hicieron frente a los referentes políticos de todos estos canallas, en virtud de una ley llamada de desmemoria histórica que pretende borrar la historia para esconder el genocidio producido por socialistas, comunistas, separatistas y anarquistas.
Por cierto, que estamos esperando la actuación inmediata de la fiscalía, la policía y los jueces para identificar, detener y procesar a los hijos de perra que profanaron el monumento a los héroes de la División Azul en el madrileño cementerio de la Almudena, porque cuentan con el silencio cómplice y con la permisividad de quienes deberían ejercer la justicia, algo que como llevamos denunciando los falangistas, llevamos años sufriendo y padeciendo en primera persona.
No importa, van a tener que mandar a algunos de sus chequistas para acabar con nosotros y mandarnos al Paracuellos de turno, como ya hicieron en su momento.