La victoria de Donald Trump en las recientes elecciones presidenciales celebradas en los Estados Unidos, ha creado un clima de histeria colectiva, no solo entre la chusma progre que maneja los medios de comunicación de la izquierda, sino también en los voceros de la derecha, que se han tenido que comer sus predicciones y análisis electorales ante el resultado que finalmente ha llevado a la Casa Blanca a este personaje, ni mejor ni peor que los anteriores, y que finalmente será un títere más, en manos de esos «contrapoderes» que manejan de forma oscura y siniestra los destinos del mundo, al dictado del sionismo y de la masonería que no conoce de presidentes negros, rubios, hombres o mujeres.
Hemos de reconocer que nos produce satisfacción el ver como les ha salido el tiro por la culata en este caso, en el del Brexit del Reino Unido o en el del referéndum con los narcoterroristas de Colombia, a pesar de que todos los poderes del sistema, a derecha y a izquierda, remaban en la misma dirección.
Pero después de este «subidón», hemos de ir mas allá, y decir, alto y claro, que el presidente electo de los EE.UU. no es en modo alguno ejemplo, ni en lo personal, ni en lo profesional, ni en lo político, de la manera en que los falangistas entendemos debe ser, no solo el presidente de una nación, sino ni siquiera, el presidente de una comunidad de vecinos.
La revolución a la que aspira La Falange, no contempla, ni poco ni mucho, la presencia de estos políticos que forman parte del problema, y en ningún caso de la solución. Y esas soluciones jamás podrán salir de mujeres que llevan treinta años ejerciendo el poder de manera torpe y estúpida como Hillary Clinton, ni de multimillonarios defraudadores y sin escrúpulos como Donald Trump.
En todo caso, lo que si es seguro es que a todos estos demócratas de pacotilla se les ve el plumero cuando el resultado no es el que «favorecen» con sus encuestas y todo su ruido mediático, y entonces «disparan» sus exabruptos en forma de fascistas, xenófobos, racistas, y demás «istas», para insultar a todos aquellos que han ejercido su libertad en esta «seudodemocracia» que tanto les gusta.
Manuel Andrino, Jefe Nacional de La Falange