Amanecía en Barcelona. Y con el amanecer, los colores rojo y oro comenzaban a teñir las calles de la ciudad. A las 10:00 frente al Cuartel de Travessera de Gràcia cientos de voces estallaban en gritos contra el gobierno golpista de la Generalidad y de reconocimiento para con la Guardia Civil, a quienes hicieron una entrega floral. Una hora después comenzábamos a marchar por las calles de Barcelona, para unirnos a las 12:00 con la concentración principal.
Calles abarrotadas, todo era una efusión popular de patriotismo y de indignación al mismo tiempo. Ante la imposibilidad de seguir avanzando por el recorrido marcado, un grupo encabezado por las asociaciones patriotas se desvió para continuar la marcha hasta el objetivo fijado: el Parlament de Catalunya.
Mientras la manifestación oficial (y políticamente correcta) transcurría frente a la Estación de Francia, un grupo de patriotas logramos abrir las puertas de forja del Parque de la Ciudadela y acceder dentro del recinto hasta llegar al mismísimo Parlament de Catalunya. Pese a la petición de los antidisturbios para abandonar el Parque, al final tuvieron que recular y dejarnos continuar con la protesta ante la llegada de una columna inmensa de valientes por otra de las entradas de la Ciudadela. La rebelión se hacía imparable.
Esta es la Cataluña real, la que planta cara a la casta política delante sus narices y no aquella que se queda satisfecha en oír discursos vacíos y somnolientos.