En vísperas de la madrugada aciaga en la que a las 6:30 caía fusilado el eterno Ausente de La Falange, 78 años después de su fusilamiento en Alicante, los falangistas no dejamos de recordarle ni un sólo instante, a él, a los camaradas que durante toda la historia de La Falange han venido dando lo mejor de sí mismos y especialmente a los que como José Antonio Primo de Rivera, dieron lo más preciado, su vida, por nuestra Patria.

Ese gran español que a diferencia de los políticos que han sepultado nuestra España bajo miserables conductas, como bien resumiera el autor del libro: «La pasión de José Antonio», José María Zavala: «Encarnaba unos valores humanos que, aplicados a la política, tienen un inmenso valor. José Antonio ponía por delante de sus propios intereses el interés general.»

Aspiramos únicamente a ser fieles a su legado, a luchar como él nos enseñó, por una Patria digna, contra viento y marea, frente a todo y frente a todos y muy especialmente contra los desmanes de una casta parasitaria que legisla en virtud a vulgares y cobardes designios, y que patrocina una memoria histórica que condena a nuestro más ilustre exponente, a ser víctima -una vez más- de la calumnia y el hemiplejismo de una «memoria histérica», que transforma la figura del hombre que ni participara activamente en la guerra civil -habiendo sido encarcelado antes de su estallido- ni deseara la guerra fraticidida, habiendo propuesto a toda costa incluso evitarla, cosa que somos conscientes que continuará enterrada para la mayoría de los españoles por los siglos de los siglos.

Este hombre que lo tenía todo, lo dio todo por nuestra Patria. Este hombre, cuya mente lúcida y cultivada goza del mayor e indiscutible respeto por parte de todos los falangistas, cayó asesinado por las prisas del odio, conservando hasta el último momento, la serenidad, la entereza y el valor, que sólo los grandes héroes cobijan.

Así, tal día como ayer, en 1936, redactara un documento a modo de testamento, en el que sin deseos de grandeza ninguna, sólo le pedía a Dios que si no le eximía de llegar al trance de su asesinato, al juzgar su alma, no le aplicara la medida de sus merecimientos, sino la de su infinita misericordia y esperaba en sus propias palabras la muerte sin jactancia, porque nunca es alegre morir a tan temprana edad, pero sin protesta, afirmando que «Acéptela Dios Nuestro Señor en lo que tenga de sacrificio para compensar en parte lo que ha habido de egoísta y vano en mucho de mi vida. Perdono con toda el alma a cuantos me hayan podido dañar u ofender, sin ninguna excepción, y ruego que me perdonen todos aquellos a quienes deba la reparación de algún agravio grande o chico».

Toda una última lección de un Gran Hombre cuyo testigo recogemos con orgullo y admiración todas las generaciones de falangistas: Como otro grande condenado por la historia dijera: «Le radici profonde non gelano mai» /Las raíces profundas no se congelan nunca, y seguiremos luchando para que todo aquello por lo que tantos camaradas han venido luchando, no quede en simples episodios que nos llenen de orgullo al mirar al pasado, sino para que sean las semillas de un futuro esperanzador, de una nueva primavera para nuestra Patria.

Como todos los días del año, pero en esta semana, con mayor fuerza al sentir la llegada de la dolorosa efeméride de su asesinato:

José Antonio Primo de Rivera: ¡Presente!

¡Arriba España!