La democracia se viene caracterizando por la proliferación de obras, obras y más obras, que echan abajo construcciones por el mero hecho de realizar unas nuevas que permitan embolsarse a nuestros políticos suculentas comisiones que enriquezcan sus bolsillos y los de los amigos que las construyen. Da igual si arquitectónicamente puede ser necesario el proyecto o si puede implicar una auténtica aberración al conjunto arquitectónico de una ciudad. No importa.
Otra de las características de esta putrefacta democracia, no es otra, que la de culpar al régimen anterior de todos los males de la sociedad, empleando para ello verborrea y calumnias suficientes, para retroalimentar ese revanchismo histórico por parte de unos y esa cobardía que en las filas de “los otros”, poco dirá a favor de las cosas bien hechas, “por no parecer franquistas”.
Todo ello, por supuesto, está directamente ligado al significado que en nuestra Patria ha cobrado “hacer política”, que no es otro, que manipular a la ciudadanía, y aborregarla incluso, para conseguir hacer y deshacer a su antojo con afán lucrativo, en una Patria en la que los ricos son cada vez más ricos y los pobres, cada vez más pobres.
El tan necesario e inacabado “Plan Hidrológico Nacional”, nació en esa “nefasta dictadura de Don Miguel Primo de Rivera”, periodo histórico al que no pocos periolistos atribuyen al mandato de su hijo, José Antonio Primo de Rivera, que por desgracia, nunca llegara a protagonizar momento alguno de dirección de la Patria.
Las redes hidrológicas y de comunicaciones, fueron la prioridad del mandato de Don Miguel Primo de Rivera, así como la repoblación forestal. El campo español, por fin, recibía el trato que nuestros campos requerían para asegurar su productividad y garantizar el pan de nuestros campesinos.
El General Franco continuó con el proyecto ubicando a España a la cabeza de Europa en número de embalses y lo hizo a precio de coste, a años luz de lo que ocurre en estos tiempos. No debieron de ser construidos muy mal, cuando están en pie y funcionando, pero parece ser que un ejemplo de buen hacer que viene de dos mandatos tan terribles de la historia de España, no puede constituir eso, un ejemplo, ni aún con la evidencia de su buen hacer y es mucho mejor mirar hacia otro lado, no dar continuidad a algo necesario y que funciona, construir proyectos ajenos a los campos españoles y luego, lamentarse por las inundaciones que asolen a nuestra Patria, enfrentando a los ciudadanos sobre trasvases y políticas europeas que hagan de España el retrete de Europa.
“Debemos acorralar con un genuino movimiento revolucionario todas las formas de usura, incluso esa moderna, que consiste en pagar al labrador un mínimo bastante para que no muera y siga trabajando, pero insuficiente para que sostenga los hijos que da a la Patria… Hay que redimir, en fin, al que trabaja y resolver violentamente, si es preciso, como lo será, a la burguesía, encastillada en sus numerosos fondos económicos. Pedimos, pues, la revolución social para que todo hombre apto encuentre trabajo dignamente remunerado y para que nadie se vea privado de la posibilidad cierta de elevar su condición según sus medios y para que el campo -que es España- sacuda las cadenas de la hegemonía burguesa”.
Ayer las palabras de Onésimo hablaban de la burguesía patria, hoy la situación ha empeorado y la burguesía que nos aplasta, es la internacional.