“Por una aparente paradoja —bien explicable en el fondo—, el vigor creciente de nuestra Falange y su perfil cada vez más neto van acompañados de una contracción en las aportaciones materiales externas. Antes, cuando gentes diversas nos suponían instrumento dócil para ajenas consignas, no nos faltaron, aunque parcos, auxilios económicos. No pocas personas nos favorecieron por inclinación desinteresada hacia nuestros principios; pero las más miraban en nosotros no el Movimiento impetuoso e insobornable dispuesto a depararnos una España mejor, sino la fuerza de choque de sabe Dios qué intentos, dispuesta a dar la sangre sin precio de sus mejores militantes por una miserable moneda. Hoy la Falange Española de las JONS empieza a inquietar lo mismo a la antiespaña declarada, materialista y separatista, que a la simil españa chata y enferma de los cautos, egoístas y perezosos, conservadora de injusticias y miserias.

Eso prueba que vamos encontrándonos a nosotros mismos, primer paso para ganar a los otros. Pero, en compensación, provoca un cerco económico, más apretado cada vez, que se propone aniquilarnos por la pobreza. En este trance, la Falange Española de las JONS tiene que pensar en vivir de sus propios recursos exclusivamente, y constituye falta gravísima contra la cooperación al Movimiento reveladora de un pésimo espíritu, la resistencia al pago de las cuotas en que muchos incurren. Como infeccionados por un torpe resabio de los que habremos de raer de España, no pocos de los nuestros se agazapan en una constante morosidad, que aparte de socavar las posibilidades de vida de nuestro Movimiento, rezuma un aire detestable de vieja “cuquería”, de viejo abuso socarrón, absolutamente repugnante”.