Dos grados bajo cero en el corazón de Madrid. La temperatura más baja del año en la capital. Son las ocho y cuarenta de la mañana y dos coches oficiales están aparcados en doble fila en una de las calles colindantes con la glorieta de San Bernardo. Cuatro fornidos guardaespaldas comentan el partido de Champions entre el Real Madrid y la Roma. De repente, una mujer de eléctrica cabellera rubia aparece y se apresuran a escoltarla. Es Cristina Cifuentes, la presidenta de la Comunidad y responsable de resucitar al PP de Madrid de sus cenizas púnicas. Lleva un jarrón con unos tulipanes blancos y exhibe sonrisa profidén. No la seguimos a pesar de que está de candente actualidad. Buscamos a su vecino más ilustre. A aquel que quiso poner en jaque a la democracia con un golpe de Estado del que quedan monárquicos interrogantes por resolver. Al hombre que aquel 23-F irrumpió, pistola en mano, en el Congreso de los Diputados al grito de «¡Quieto todo el mundo!». A Antonio Tejero. Un ex guardia civil que rompe su silencio en Crónica 35 años después de entrevistarse con la periodista Pilar Urbano en una de las prisiones donde cumplió condena.

El cabecilla de la intentona golpista reside en una antigua colonia militar fuertemente vigilada las 24 horas del día por conserjes con mono azul. En el mismo edificio donde vivía el general Armada, ya fallecido, que aspiraba a gobernar España si el 23-F no hubiese fracasado. Tejero lleva parapetado cinco días en su piso de 149 metros cuadrados. Este año no se fue a la isla de La Palma como lo hizo en 2011. «Siempre se esconde cada vez que se acerca un aniversario del golpe de Estado [este martes se cumplen 35 años]. No le gusta que le persigan ni que saquen fotos suyas en la prensa», nos relata un familiar.

En el rellano de su vivienda, Tejero ha colgado un cuadro de La rendición de Breda de Diego de Velázquez. Es un gran amante de la pintura y discretamente suele perderse con su mujer por el Museo del Prado en los días de menos afluencia turística. En su puerta de madera, hay una figura de Cristo bañada en plata. Siempre ha sido un fiel devoto. Un capillita. Va a misa a diario en la parroquia de Santiago el Mayor en Madrid.

Tocamos el timbre y aparece el ex teniente coronel en perfecto estado de revista. Como si fuese un general de alto rango dispuesto a salir a desfilar un día de la Hispanidad entre tanques y aviones del Ejército. Con una chaqueta marrón, un jersey de lana rojo y una frondosa perilla perfectamente cuidada. Parece recién salido de una peluquería hipster del barrio progre de Malasaña. Observamos que se ha teñido el pelo ligeramente de rubio. Su aspecto es saludable para sus 83 años de edad y tiene menos ojeras que un muñeco del Museo de Cera de Madrid. Es imposible no imaginárselo en la tribuna del Congreso con el tricornio y esa arma empuñada disparando al cielo de la cámara, muy cerca del gallinero del que estas semanas escaparon los diputados de Podemos.

Tejero nos atiende educadamente con un sonoro deje malagueño y con la condición de que no le interpelemos sobre su episodio más famoso. El mismo que le llevó a ser condenado a 30 años de prisión por un delito de rebelión militar consumado, con agravante de reincidencia, con pena accesoria de pérdida de empleo (la expulsión de la Guardia Civil y la pérdida del grado) e inhabilitación durante el tiempo de la condena. Tejero cumpliría 15 años y nueve meses gracias a sus trabajos en la cárcel y a donaciones de sangre. Salió en libertad condicional el 3 de diciembre de 1996. Pese a que fue el último de los implicados en la intentona golpista en recuperar la libertad, le consideraron como un traidor de la patria que tanto ensalzaba a grito pelado en los cuarteles militares.

«Muy peocupado»

El ex guardia civil prefiere hablar de política en estos momentos de incertidumbre y teatro postelectoral. Según su entorno, sigue los debates televisivos («sobre todo, los de 13TV», nos dicen) y está «muy preocupado» por una posible irrupción de Pablo Iglesias en La Moncloa. Un líder cuyos principios se sitúan en las antípodas de Tejero, quien sigue siendo todo un símbolo para los cada vez más minoritarios movimientos de ultraderecha.

-Señor Tejero, ¿cómo vería a Podemos en el Gobierno?

El hombre frunce el ceño.

-¿Podemos en el Gobierno? Uff… Lo de España me duele muchísimo… Todo.

Para Tejero la integridad de España como nación es algo básico. Irrenunciable. De hecho, en 2012 mandó una carta al diario Melilla Hoy informando de que había denunciado ante la Fiscalía General del Estado al presidente catalán, Artur Mas, por su fiebre independentista. Le acusaba de ser «autor máximo» de un presunto delito de «provocación, conspiración y proposición para la sedición», contemplado en el artículo 548 del Código Penal. «Por sus continuas y reiteradas pretensiones secesionistas de una parte importante de España como es el Principado de Cataluña, que es España desde los primeros momentos de conseguirse la Unidad de la Patria». A Mas le llamaba «Arturo». Cuentan sus familiares que Tejero sufrió con los últimos «desvaríos independentistas» de Mas y de su sucesor en la Generalitat, Carles Puigdemont. De la monarquía, en cambio, guarda silencio.

-¿Y qué opina del nuevo rey Felipe VI? -le preguntamos. Se lo piensa varios segundos.

-Prefiero no opinar al respecto.

-¿Cuándo nos contará el papel real que jugó su padre Juan Carlos en el golpe del Estado?

-No voy a hablar de ese tema.

-¿Pero por qué evita este asunto con tanto ahínco? -le interrogamos.

-Guardo silencio porque es mi forma de ser. Yo soy militar, hice mis cosas y se acabó…

-¿Pero alzará la voz alguna vez?

-No lo sé. Mi hijo quiere escribir un libro sobre mí. Le hace mucha ilusión, más que a ustedes, conocer la verdad, pero sus preguntas son muy comprometidas para mí.

Tejero no suelta prenda sobre ese hipotético libro. Ni desvela la identidad del hijo del que parte el ofrecimiento. Podría referirse a Ramón, alias Moncho, el cura que durante 18 años dio homilías en La Cala de Mijas (Málaga) y ahora está destinado en la localidad malagueña de la Cala del Moral. El párroco nos atiende días después al teléfono.

-Mi padre es muy receloso de su intimidad y nos ha pedido que no demos datos sobre él -explica Moncho, quien en 2009 publicó una carta en Abc honrando la figura de su padre. «Es un hombre de honor, fiel a sus principios religiosos y patrióticos. Es coherente y sincero. Es un militar de los pies a la cabeza, consciente de sus responsabilidades, entregado a sus hombres. Es un hombre cumplidor, trabajador hasta el extremo, leal ante el significado de la palabra juramento y fiel al mismo. Es un hombre sereno, sencillo, disciplinado y amante de la verdad. No es violento ni agresivo», escribió Ramón, que ni confirma ni desmiente su intención de publicar un libro.

No sería la primera vez que le plantean a Tejero la posibilidad de escribir una obra. En el año 2000 la editorial Planeta le ofreció, a través de la periodista Pilar Urbano, un cheque en blanco a cambio de relatar sus memorias. Incluyendo la planificación del golpe de Estado y esas reuniones más allá de la cafetería Galaxia.

«Le llamé por teléfono y le dije que la editorial le pagaba lo que pidiese. Le comenté que ese libro sin él no era posible y que lo tenía que contar todo, incluso de lo que se enteró más tarde, en prisión. Planeta quería a alguien polémico, a la hija de Franco, a Gutiérrez Mellado [el general que se enfrentó a Tejero en el Congreso] o a él. Tejero me dice que no, que él no necesita dinero y que nunca había hecho nada en su vida por dinero. Que es feliz con lo que tiene y que tenía lo suficiente para conseguir el pan de cada día. Me asegura que él ya dijo toda la verdad en los juicios y que es el único que no mintió. Y me comenta: «Yo hice lo que creía que tenía que hacer para salvar a España. Yo ya no soy coronel, ni guardia civil, he perdido mi carrera, pero nunca perderé mi patriotismo»», recuerda Pilar Urbano, la última periodista que le entrevistó. Estuvo una hora con él en la prisión militar del Castillo de la Palma (Ferrol) el 8 de mayo de 1981. Tejero disfrutaba de una cómoda estancia de unos 65 metros cuadrados con varias habitaciones, un servicio con bañera y una cocina, y hasta allí se desplazaban sus partidarios con bandejas de carne, marisco o vino. Ahora sus propietarios quieren convertirlo en un spa. Allí aprendió varios idiomas, estudió Geografía e Historia y escribió unas memorias que, a día de hoy, no verán la luz.

Urbano nunca llegó a publicar aquella entrevista por «pureza profesional» y para no ser acusada de «tejerista», según reconoce la ex columnista de Abc. «Un medio en el que hubo golpismo en aquellos años», asegura Urbano. A pesar de no publicar su careo con Tejero, un juez quiso inhabilitarla por haber entrado en la prisión contraviniendo las órdenes de la autoridad militar. Su cabreo fue tal que Urbano llamó desde el despacho de un subdirector del diario monárquico a La Zarzuela y pidió hablar con el rey. «Fíjate si el monarca estaba en ascuas que se me puso al teléfono cuando yo era una simple periodista», rememora Urbano.

El Rey le contestó: «¿Qué pasa, Pilar?

-¡Majestad, quieren inhabilitarme! -le espetó.

-¿Pero qué ha hecho? -le interrogó don Juan Carlos.

-Entrevistar a Tejero. Yo vivo de esto y como intenten ir a por mí lo cuento todo… ¡Todo! -le expuso.

-Estáte tranquila -le comentó el jefe del Estado.

A los pocos días, su causa se sobreseyó. ¿Acaso el monarca tuvo miedo a que la reportera tirase de la manta?

«Yo por aquel entonces no sabía que el Rey jugó un papel en el 23-F. Con el paso del tiempo entendí que el Rey pensó que yo estaba al tanto de todo y por eso pudo actuar en consecuencia», afirma Urbano. Ésta no tiene actualmente relación con Tejero y desconoce cómo es su vida cotidiana. Para ello, regresamos al domicilio del antiguo miembro de la Benemérita.

-Señor Tejero, ¿cómo ha llevado todos estos años en silencio?

-Apechugo con todo lo que me echaron encima y ya está. Trataron de destruirme, pero ahora soy feliz. Sólo quiero vivir tranquilo… Como un jubilado más.

La conversación se termina ahí. Es su mujer, Carmen Díez Pereira, la que la interrumpe. La misma que compró los autobuses a la compañía La Sepulvedana para transportar a los militares sediciosos el 23-F.

Su familia y la Falange

Para conocer los últimos movimientos de Tejero hay que acudir a su círculo más íntimo. A sus familiares o algunos de sus veteranos camaradas de la Falange. El ex guardia civil prácticamente no guarda relación con personas ajenas a su familia o a sus compañeros de ideología. De hecho, es habitual verle en las conferencias que organiza la Falange en la calle Silva de Madrid. El viernes de la semana pasada, por ejemplo, asistió a la charla del capitán Abad, uno de los 200 militares que asaltaron las Cortes Generales a sus órdenes. Se titulaba El 23-F del Congreso y en el flyer promocional, que distribuyeron a través de Facebook, aparecía Tejero silueteado. El ex coronel vibró con la ponencia de su compañero de asalto.

Él se siente en familia entre los miembros del partido falangista. Le veneran como a un héroe de guerra. Tejero es todo un símbolo para las formaciones de extrema derecha. Lo explica Manuel Andrino Lobo, el presidente de la Falange: «Además de su cercanía ideológica, a la que no ha renunciado nunca, para nosotros es el ejemplo vivo de un hombre de honor, que supo cumplir con su deber luchando contra ETA y su entorno, jugándose no pocas veces la vida, y que cuando se le requirió para, cumpliendo órdenes, ocupar el Congreso de los Diputados, lo hizo sin titubeo alguno, acabando con dicha ocupación en cuanto tuvo el menor indicio de que aquello era un pasteleo preparado desde las más altas instituciones del Estado. Honor y lealtad hacia España es algo que entendemos muy bien los falangistas». Es esta devoción la que explica que el merchandising tejerista siga vendiéndose por internet. Desde llaveros hasta tricornios. De hecho, hace dos años la sala de subastas Durán anunció la puja por el supuesto tricornio con el que Tejero había intentado perpetrar el golpe de Estado. Le pusieron un precio de salida de 6.000 euros.

Ramón, el hijo cura de Tejero, tuvo que lanzar un comunicado para aclarar que aquel objeto era falso. «El tricornio que la sala de subastas Durán tiene en su poseer no pertenece al teniente coronel Antonio Tejero, ni ha pertenecido nunca. El original se conserva custodiado en la casa familiar», manifestó. El ex teniente también distribuye los cuadros que pinta entre sus acólitos, aunque lo cierto es que ya no se pagan las barbaridades de antaño. Ahora cualquiera puede encontrar una de sus obras por internet por 600 euros, y no por los 2.400 de hace unos años. Sus paisajes y retratos incluyen dedicatorias del golpista, que aprendió a pintar entre rejas. Uno de los vendedores de sus obras atiende a Crónica. «Los cuadros son malos artísticamente, pero tienen su valor histórico. Los que los compran suelen ser fanáticos de Tejero. En Valencia conozco a uno que tiene tres de sus obras. Me siguen llamando interesándose por las obras de Tejero, pero algunos quieren regatear demasiado», cuenta.

Tumbona en la playa

Hace unos años publicaron que la venta de cuadros era su principal ingreso, pero nada más lejos de la realidad. Tejero, a pesar de ser expulsado de la Benemérita, cobra pensión del Estado, al igual que su mujer. Su estilo de vida, además, es el de una persona austera, por lo que no tiene problemas para llegar a fin de mes. En invierno apenas se deja ver por restaurantes y en Semana Santa y verano se desplaza hasta Torre del Mar (Málaga), adonde estuvo destinado. Es su paraíso alejado del mundanal ruido de la gran ciudad.

Allí reside en un edificio llamado las Torres de Colón, que es uno de los primeros condominios turísticos que se construyeron en la localidad malagueña y que esta semana ha estado custodiado por cámaras de televisión. Sus allegados hicieron creer a la prensa de Madrid que Tejero se encontraba en Málaga cuando realmente estaba en la capital.

En Torre del Mar es una persona querida. Sus vecinos hablan maravillas y cada verano disfruta tomando el sol en sus tumbonas del Carrefour. Sólo le falta la neverita de playa para ser el dominguero perfecto. El jubilado pasa mucho tiempo de recreo en el Club Náutico de Torre del Mar. Allí suele comer con sus familiares pescaíto de la zona. Y es un amante de la sobremesa. Uno de sus camareros ha recordado con gracia que Tejero siempre pide de postre «whisky marca nacional».

El ex teniente es amante de la feria de Málaga, donde se le ha visto en los últimos años. También visitó la colindante Fuengirola con motivo del entierro del ex ministro franquista José Antonio Girón de Velasco en el cementerio local, a unas tumbas de distancia de donde está sepultado el mito del Real Madrid, Juan Gómez Juanito. Porque Tejero siempre acude a cada cita importante de sus camaradas. Sea un entierro, un homenaje o la presentación de un libro. En 2014, por ejemplo, presentó el libro de su ex abogado, José Luis Jerez, sobre la historia de la Falange en Cataluña.

Pero si hay algo por encima de todo para Tejero son sus hijos, que le profesan profunda admiración. No se avergüenzan de él. Uno de ellos, de nombre Antonio, siguió la tradición familiar y se hizo guardia civil. Es el mismo que organizó una comida junto a su padre y otros golpistas en el cuartel de Valdemoro el 18 de febrero de 2013 para conmemorar el 33º aniversario del 23-F. Dar rienda suelta a su nostalgia le costó que Interior le destituyese como teniente coronel de la Guardia Civil, aunque tras recurrir la suspensión, la Audiencia Nacional ordenó su restitución en mayo de ese mismo año. Meses más tarde, sería ascendido a coronel.

Ahora está destinado a la Subdirección General de Apoyo en Madrid. Nos aseguran que en su despacho del cuartel de Valdemoro tenía un simbólico retrato tomado 12 años atrás. Por aquel entonces, el hijo de Tejero era el mandamás del cuartel de León y una mañana apareció una pintada en un muro. «Tejero fascista, fuera», se podía leer. El guardia civil, en vez de pedir que la limpiaran, se enfundó el uniforme y posó orgulloso a su lado.

‘Tejerismo en la benemérita’

Otro de sus vástagos, Juan, de 47 años, es sargento en Ávila, y tres de sus 16 nietos también están en la Benemérita. Un quinteto de picoletos que garantiza la supervivencia del tejerismo en la Guardia Civil. El primero de los tres nietos guardias es Antonio Tejero Sande, de 27 años, quien ingresó primero en la Academia General Militar de Zaragoza (igual que su abuelo), y luego en la Academia de Aranjuez (Madrid), donde se graduó como teniente. La vocación se la inculcó su abuelo, como reconoció a este suplemento. «Siempre he vivido en un cuartel, nunca he concebido otra vida. Mi abuelo me contaba cómo salía a luchar contra los maquis y me entraba el ardor guerrero», explicó. Otro de los hijos de Tejero Díez, Manuel Tejero Sande, de 25 años, también es guardia civil. Y Francisco Javier Hernández Tejero sirve en la Unidad de Escoltas de la Guardia Civil en Madrid tras incorporarse (con una de las notas más bajas de su promoción) a la Escuela de Oficiales y Suboficiales de Baeza (Jaén). Otro de sus nietos, Javier Tejero Sande, es sargento de la Armada.

Pero Tejero no sólo tiene militares en su familia. Además de contar con un vástago cura, su hija Elvira es maestra como su madre. Las mayores, Carmen y Dolores, están casadas con militares. De casta le viene al galgo.

Fuente: https://www.elmundo.es/cronica/2016/02/21/56c87fd3e2704ec76b8b4598.html