El llamado procés nos está dejando muchos aprendizajes. Acaso el principal sea la naturaleza traicionera y larvada de los separatistas catalanes. Llevan tiempo mintiendo como bellacos tratando de desacreditar la imagen de España en el mundo.Para ese rastrero objetivo les vale todo: desde falsear el número de heridos en el referéndum ilegal a establecer un delirante correlato entre la Cataluña de 2017 y la guerra de los Balcanes; desde utilizar imágenes de hace años para denunciar la “represión policial” el 1 de octubre a culpar siempre a otros de sus errores. A la hediondez moral de los promotores del golpe secesionista se añade la esquizofrenia de sus abducidos seguidores. En medio de una región que camina imparable hacia la autodestrucción, con la pérdida de casi 700 empresas en menos de 15 días, otean el aterrador horizonte con el desdén y la autosuficiencia de siempre. La fanatización de los separatistas catalanes nos retrotrae a la trágica historia del soldado japonés que, acabada la II guerra mundial, siguió oculto en la selva durante 30 años, ajeno a la realidad. En ese viaje a ninguna parte utilizan las mismas tretas y engaños que sólo pueden tener acogida en una sociedad decadente y desnortada. Y como siempre, se valen del victimismo, impreso en su ADN, para forzar una mediación de terceros países. Ese victimismo lo nutre la crónica que están trasladando a Europa.

El pasado lunes por la noche, la juez Lamela envió a prisión sin condiciones a los líderes soberanistas Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, presidentes de la ANC y Òmnium respectivamente, los agitadores en la calle del proceso independentista. La magistrada, que ha acordado la medida a petición de la Fiscalía, consideró que el asedio a la Guardia Civil no fue una concentración pacífica, como respaldan las imágenes que todos hemos visto.

Según el auto, ambos fueron responsables de «alentar a la masa» llamando a la protesta frente a la Consejería de Economía -de donde los agentes de Policía Nacional y Guardia Civil no pudieron salir en casi 24 horas- y ante la sede del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC). En una sincronizada estrategia, amplificada por los medios de comunicación catalanes, representantes separatistas y de la izquierda radical coincidieron al señalar injerencias políticas en la decisión de la juez y en considerar “presos políticos” a los dos encarcelados. La detención de los líderes de ANC y Òmnium reforzaba el victimario de los sediciosos.

En enero de 2016, la Audiencia de Madrid juzgó a 14 hombres y una mujer por el “asalto” al centro cultural Blanquerna, en plena capital de España, ocurrido el 11 de septiembre de 2013, durante la conmemoración separatista de la Diada.

Entre los acusados figuraban líderes de las formaciones que integran La España en Marcha y Democracia Nacional. No hubo lesionados, no hubo apenas destrozos materiales, nadie fue agredido. Entre los hechos ocurridos hay que resaltar gritos tan subversivos como “no nos engañan, Cataluña es España” y “catalanidad es hispanidad”. Eso sin embargo no fue óbice para que los abogados de la Generalitat pidiesen 16 años de cárcel por el asalto a su sede en Madrid. Es difícil que entendamos el doble rasero de los que reclamaron penas que excedían con mucho a los hechos ocurridos, y que hoy ponen el grito en el cielo por la entrada en prisión de los autores de hechos punibles, salvo que se considere que arengar a la turba, en lo alto de un vehículo destrozado de la Guardia Civil, de cara a impedir la acción policial durante un registro, se trató sólo de una inofensiva broma. Los 14 acusados de Blanquerna han sido consdenados a cumplir penas que oscilan entre 3 y 4 años. Sin embargo la innegable motivación ideológica del suceso, no se han escuchado voces catalanas acusando al Gobierno de judicializar las ideas políticas. Tampoco a los medios catalanes denunciar la desproporcionalidad entre las penas dictadas y los hechos acontecidos en Blanquerna.

Los secesionistas encima de los vehículos de la Guardia Civil el 20 de septiembre.

Los secesionistas encima de los vehículos de la Guardia Civil el 20 de septiembre.

Si los presuntos sediciosos Sánchez y Cuixart están en prisión por hechos violentos inscritos en sus actividades políticas, los acusados de Blanquerna también. Con la diferencia de que no nos consta que los congregados en la librería de la Generalitat sufrieran el cerco, durante interminables horas, que en cambio sí sufrieron los agentes de la Benemérita que llevaron a cabo el registro en dependencias de la Consejería de Economía, incluída una secretaria judicial que tuvo que huir por el tejado presa del terror. Los responsables del cerco fueron los mismos que arengaron a la gente a concentrarse frente a las citadas dependencias de la Generalitat y por esa razón se encuentran en la cárcel madrileña de Soto del Real.

Es un hecho que Cataluña vuelve por sus antiguos fueros. Los que hablaban de enterrar históricas rencillas y de conciliar posturas, en apariencia contrarias, no han hecho otra cosa todos estos años que dar patente de legitimidad democrática a todos esos grupos separatistas y de la izquierda radical, en apariencia antagónicos pero en realidad complementarios, que no han cesado en el empeño de rebajar el nombre de España a la altura del Chicago de los años 20.

Comentar a estas alturas que casi todos los hechos violentos que han acontecido en España desde 1975 han tenido el sello y la marca de personas vinculadas al separatismo se antoja tarea innecesaria a poco que se tenga un mínimo rigor. Desde ETA a Terra Lliure, desde Resistencia Galega al MPAIAC de Cubillo, se contaría por cientos la lista completa de acciones terroristas y de víctimas mortales durante todos estos años de ‘concordia’ democrática.

Éste, el anterior y todos los gobiernos de la democracia, siguiendo órdenes internacionales, han empleado todos los recursos mediáticos, legales y policiales para certificar ante la opinión pública la criminalidad de todas las formaciones políticas patrióticas que electoralmente pudiesen contrapuntar a las ideologías de signo y naturaleza contrarias, que han tenido la ocurrencia de reivindicar otra España sin los pertrechos morales e ideológicos con los que ha sido arrastrada al desastre. Evitar que hayan voces contrarias a las oficiales, y que a esas voces se sume la creciente masa de españoles indignados con el transcurrir de los acontecimientos democráticos, ha pasado a ser el objetivo prioritario de formaciones, en apariencia rivales, pero que correrían la misma suerte de producirse el cambio que muchos anhelamos.

Si nos enfrentamos a una nueva mafia con implicaciones políticas, tenemos derecho a saberlo. Y si estamos ante unos políticos que están dispuestos a romper las normas de juego que ellos mismos aprobaron, algún día tendrían que ser capturados y juzgados por alta traición. Porque mientras la campaña contra las formaciones socialpatrióticas e identitarias contrarias a esta farsa democrática sigue su marcha, con el beneplácito y la sonrisa de los separatistas y los tontos útiles de la izquierda radical, el terrorismo auténtico, el cerco a la policía, la sustracción de armas, las listas negras, el odio a España en los colegios, la inducción a la rebelión contra los no nacionalistas por los medios públicos catalanes, la marcha de empresas, las amenazas e intimidaciones, la traición de los mossos y la exaltación del delito por el Gobierno de Cataluña, constituyen la alarmante crónica del drama en que estamos inmersos.

Fuente: https://www.alertadigital.com/2017/10/17/por-que-los-que-llaman-presos-politicos-a-sanchez-y-cuixart-son-los-mismos-que-pidieron-15-anos-de-carcel-para-los-patriotas-del-caso-blanquerna/