Artículo publicado por laverdadofende.

Vamos a charlar con Aniceto Castro Piñeiro. Este individuo, guardia de Asalto, miliciano rojo, hecho prisionero de guerra en la Ciudad Universitaria, alcanza en la pública curiosidad un triste primer plano.

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Aniceto Castro Piñeiro era uno de los catorce o quince guardias que envió el siniestro Casares Quiroga para asesinar a don José Calvo Sotelo. Sentado junto a él, la sangre del insigne estadista salpicó sobre el guardia, prisionero hoy, de guerra con quien vamos a charlar, para los lectores de FOTOS En un despacho de la cárcel de Tinejas.

No se siente cohibido por la situación en que se halla. Castro Piñeiro lleva un uniforme muy parecido al de la Legión, y de vez en cuando van sus manos a un bigote rubio, con pulcritud.

QUIEN ES EL PRISIONERO

Es hombre joven, un poco rubio, y sus ademanes desenvueltos.

· De dónde eres?

Yo nací en el pueblo de Pol, en la provincia de Lugo.

· ¿Cuándo te hiciste guardia de Asalto?

En el año 1934. Mis padres eran campesinos y yo no quería trabajar en la tierra. Me hice cantero y después trabajé en una serrería, hasta que el año 1934 hice oposición a plazas de guardia de Asalto, ingresando en ellas y siendo destinado a la plantilla de Oviedo.

· Antes de la revolución de octubre?

No después.

· Cómo fuiste trasladado a Madrid?

Lo pedí yo mismo. A principios del año 36.

· Pediste también ser destinado a una Compañía determinada?

No. El destino lo hicieron en la Dirección de Seguridad. A mi me mandaron a la segunda Compañía de especializados.

LA CONDENA DE CALVO SOTELO

Don José Calvo Sotelo, en el Parlamento realizaba una ingente tarea. Sus discursos serenos, valientes, eran dardos que se hincaban en el corazón de la revolución.

Su condena a muerte estaba decretada. Lo habían anunciado canallescamente Ángel Galarza y la Pasionaria. Casares Quiroga, alimaña, cobarde y reptante, se regodeaba pensando en la eliminación de aquel gran español que se atrevía a enfrentarse con el Frente Popular. En la Segunda Compañía de Asalto iba preparándose una violenta ofensiva contra Calvo Sotelo. Este se sentía amenazado. Tenía la seguridad absoluta del peligro en que se hallaba su vida. Pero había hecho a España el ofrecimiento de redimirla y seguía su ejemplo, sereno e imperturbable. Parecía presentir que su sangre iba a ser precio de redención para que la Patria se salvara.

LA GUARDIA DEL 12 AL 13 DE JULIO

El guardia Castro Piñeiro, no tiene que esforzarse mucho para recordar datos. En su imaginación deben estar vivas las escenas de aquel gran crimen, y contesta con rapidez a nuestras preguntas.

· Tú, ¿estabas de guardia la noche que fue asesinado don José Calvo Sotelo?

Sí. Entre a las diez de la noche del 12 de julio, en el cuartel de Pontejos.

· ¿Quién era el jefe de la guardia?

Estaba de jefe de la fuerza el comandante Murillo.

· ¿Quiénes más recuerdas?

El teniente Andrés León Lupiol; los cabos Mario García y Francisco Condé; el guardia José Rey…

· ¿De que se hablaba en el cuartel?

Aquel mismo día había ocurrido la muerte del teniente Castillo, y no se hablaba de otra cosa., los oficiales entraban y salían y llegaban bastante paisanos que comentaban la muerte de Castillo, en términos de gran exaltación. Hay que acabar con los fascistas – decía uno. Tiene que caer algún pez gordo –decía otro. Y estando así el ambiente llegó vestido de paisano, el capitán Conde, de la Guardia Civil. Estad tranquilos – nos dijo; tranquilos y preparados, porque el Gobierno está dispuesto a que no quede esto así.

· ¿Había entre los paisanos que fueron aquella noche al cuartel algunos conocidos?

Sí. Varios pistoleros que desde hacía tiempo formaban la escolta particular de los políticos de izquierda. Entre ellos uno que lo había sido de Indalecio Prieto.

· ¿Cómo se llamaba?

No lo sé. Tenía unos 30 años. No era guardia, pero le habían dado un carnet de Asalto. Iba mucho a un bar de la calle de Peligros, donde yo le conocí. Cuando se hablaba de las gentes de derechas, solía decir: “Lo que hace falta es darle gusto al dedo”. Un compañero, hablando de él, me dijo: “Si hubiera muchos con éste, se habrían acabado ya los fascistas”. Cuando este individuo llegó al cuartel iba con un humor endiablado. ¿Está el capitán Cortes? –preguntó Sí. ¿Quieres que le avise? No hace falta.

A DETENER FASCISTAS

A las doce y media de la noche, el teniente Lupiol llamó al guardia José Rey un papel que era una orden. La leyó, advirtiendo alguno –Me parece que esta noche vamos a tener caza. Creímos al principio que se trataba de detenciones como represalia por la muerte del teniente Castillo; pero pronto vimos que algo mas grave se preparaba.. José Rey, que había sido pistolero y se jactaba de haber tomado parte en más de un suceso sangrieto, cuchicheó con varios paisanos.

A CASA DE CALVO SOTELO

· ¿A que hora fuiste a casa del señor Calvo Sotelo?

A las dos menos 10 de la madrugada, ya del día 13 de julio, el chofer de la camioneta número 17, que era un guardia, dijo que se hallaba dispuesta. A las dos en punto subieron en ella el capitán Condé vestido de paisano y el teniente Lupiol. Éste, dirigiéndose a nosotros, mandó montar tres en la camioneta. Lo hicimos los cabos Mariano García, Francisco Condé y yo. Además iban ocho o nueve paisanos, entre ellos el individuo que había sido de la escolta de Prieto y a quien yo había conocido en un bar de la calle Peligros.

· ¿Os dijeron algo?

Nada. No creo que en todo el trayecto hasta el domicilio del señor Calvo Sotelo, se pronunciara una sola palabra.

· ¿Llevabais armas?

Llevábamos pistolas. Todos los guardias de aquella Compañía teníamos armas excelentes. Los pistoleros que venían con nosotros las llevaban de repetición, aún mejores que las nuestras.

· ¿Que pasó en la casa del señor Calvo Sotelo?

Cuando llegamos a su casa, en la calle de Velázquez, se apearon el capitan Condé, el teniente Lupiol, el guardia Rey y varios pistoleros que venían con nosotros. Se colocaron delante [ilegible] rodeando del todo la casa, con las pistolas preparadas. Mientras el capitán llamó a la puerta, que fue abierta por la pareja de guardias de Seguridad que había de vigilancia en el portal. El sereno de la calle, al ver parada allí la camioneta, se acercó por si necesitaban de él. Uno de los paisanos, apuntándole con la pistola, le dijo: Retiren y ¡a callar! Si no quiere que le ase a tiros. Detuvieron también a un coche que por allí pasaba, dejándole continuar después de examinada la documentación de quienes lo ocupaban.

EL ASESINATO

· ¿Cuanto tardaron en bajar de casa del señor Calvo Sotelo?

Un cuarto de hora escasamente. Bajaron acompañados del señor Calvo Sotelo, quien vestía un traje gris y daba muestras de una absoluta tranquilidad. Suba usted – le ordenaron. Y subió, sentándose en el tercer banco del vehículo. La familia se asomó al balcón para verle partir. El señor Calvo Sotelo al sentarse dijo: Vamos a ver que es lo que quieren. Luego, antes de arrancar el coche, preguntó: ¿Y el capitán? Aquí estoy –contestó Condé

· ¿En que forma iban sentados?

El capitán Condé junto al chofer. El señor Calvo Sotelo entre el guardia Rey, que estaba a su derecha y yo que estaba a su izquierda. Inmediatamente detrás del señor Calvo Sotelo el paisano de que le he hablado.

· Qué pasó en el trayecto?

Al llegar a la calle de Alcalá fuimos detenidos por un control que mandaba el teniente Barbeta, quien al ver éramos de su misma Compañía nos dejó pasar. Seguimos la marcha sin que nadie pronunciara una sola palabra. El detenido sin perder la tranquilidad. El chófer debía tener instrucciones concretas pues seguía un itinerario, sin que nadie le advirtiera nada. Fuimos por las calles de Ayala, Padilla y Juan Bravo. De pronto que el pistolero que se había colocado a la espalda del señor Calvo Sotelo, hizo un disparo sobre la cabeza. Fue un ruido seco, que casi se apagó con el ruido del motor. El capitán Condé, el conductor de la camioneta y los que iban en el banco delantero, ni se volvieron siquiera a mirar. Nadie, absolutamente nadie, dijo una palabra. Los efectos del disparo fueron instantáneos. Cayó el señor Calvo Sotelo, desplomándose entre los bancos, mientras la camioneta seguía su camino. Inmediatamente el mismo paisano que había hecho el disparo, se inclinó hacia el suelo, donde se desangraba el diputado, e hizo sobre su cabeza un segundo disparo. El primero lo había hecho en la nunca, de abajo a arriba, sin duda para no alcanzar, disparando horizontalmente, a los que iban delante; el segundo disparo lo hizo de arriba abajo. La muerte del señor Calvo Sotelo, debió de ser instantánea. Mientras se desangraba, el pistolero que lo había asesinado, exclamo: Ya ha caído uno de los de Castillo.


EN EL CEMENTERIO

· ¿Dónde seguisteis después del crimen?

Al Cementerio del Este. El capitán y el guardia Rey descendieron y hablaron con los guardias del Cementerio. Nos mandó luego sacar el cadáver del señor Calvo Sotelo. Estaba encajado entre los asientos de la camioneta y hubo que tirar fuertemente de él, sacándolo del charco de sangre que había formado.

· ¿Lo llevasteis al Depósito?

No. Lo dejamos en el suelo, en los arcos de la entrada.


EL GOBIERNO, AUTOR DEL CRIMEN

· ¿A dónde fuisteis después?

Regresamos al cuartel de Pontejos. El silencio de todos fue cortado por el chófer, quien dirigiéndose al capitán Condé dijo: Supongo que nadie me delatará. Condé sonriéndose le respondió: -No te preocupes hombre, no te preocupes, no te pasará nada. José Rey terció en la conversación: El que lo diga es un suicida, pues lo mataremos como a ese perro.

· ¿Qué más pasó?

Cuando llegamos al cuartel descendimos todos, y la mayoría de los pistoleros se fueron sin hablar con nadie. El guardia Tomás Pérez fue el encargado de lavar la camioneta. Mientras, el que había matado a Calvo Sotelo, subió al cuarto de guardia y dijo al comandante Murillo: Ya está. El comandante le dio un abrazo.

· ¿No hubo un reconocimiento entre los guardias?

Al día siguiente, mejor dicho ya entrado el día del crimen, la institutriz y la sirviente del señor Calvo Sotelo fueron a Pontejos desfilando ante ella los guardias de la Compañía para ver si reconocían a los que habían detenido a su señor. Naturalmente que no los reconocieron, porque entre los que desfilaron no estábamos los cuatro que fuimos en la camioneta. Mientras ese desfile, los cuatro estuvimos en el Cuerpo de guardia. Como el teniente Barbeta notara en nosotros alguna intranquilidad, nos dijo: No tengáis cuidado. A vosotros no os pasará nada. Ni a vosotros ni a nadie, pues la muerte ha sido una orden del ministro de la Gobernación y del director general de seguridad.

· ¿Sabes algo más? –preguntamos al guardia Castro Piñeiro?

Nada más. Le he contado lo que vi. Después he sabido que José Rey ha sido o es capitán de Milicias y que el capitán Condé murió en el frente de Somosierra…

Raniato

COMO FUE DETENIDO DON JOSÉ CALVO SOTELO

Vamos a evocar, por imperativo de la actualidad el triste episodio de la detención de don José Calvo Sotelo, cuando los instrumentos del Poder público, convertido en asesino, le sacaron de su domicilio en la madrugada del 14 de julio de 1936 para asesinarle de un modo cobarde, instaurando el sistema chequista del pistoletazo en la nuca. Referida por uno de los actores de la tragedia, la forma en que fue muerto el ilustre español, vamos a recordar ahora los momentos de su detención; la forma en que fue arrancado de los brazos de los suyos para llevarle a la muerte. En aquellos días, el Gobierno impidió que las informaciones periodísticas relataran el suceso. Dejó solo referencias fragmentarias y las tendenciosas que el mismo inspiraba.

EL ULTIMO DIA DE CALVO SOTELO

Sobre don José calvo Sotelo pesaban reiteradas amenazas de muerte. La Dirección de Seguridad –precisamente donde había de fraguarse su asesinato– Había realizado el sarcasmo de establecer una escolta para que le custodiara. En realidad, mas que función de custodia, lo que realizaban los agentes era misión de vigilancia.

El domingo día 12 de julio, don José Calvo Sotelo pasó el día en el cercano pueblecito de Galapagar, regresando a Madrid a las seis de la tarde. Se dirigió a su casa, en la calle de Velásquez 89, al llegar dijo a los policías de su escolta que podían retirarse si querían, pues no pensaba salir de casa. Y no salió, en efecto, permaneciendo en tertulia con su familia y varios amigos, hasta la hora de cenar. Su propósito era salir de casa el lunes al medio día para resolver varios asuntos. A las once y cuarto de la noche, el señor Calvo Sotelo se retiró a descansar.

LLEGAN LOS ASESINOS

Dormía ya la familia del jefe del Bloque Nacional, cuando llegaron a su domicilio el Capitán Condé y los guardias encargados de detenerlo. Subieron al piso y llamaron reiteradamente a la puerta. Acudió la sirvienta a quien requirieron para que abriese. La forma reiterada e imperativa de la llamada, despertó al señor Calvo Sotelo, quien sospechando, sin duda alguna, una anormalidad en la visita, se levantó, acudiendo a la puerta del piso.

El señor Calvo Sotelo manifestó su extrañeza por la forma en que se conducían los que llegaban. El capitán Condé replicó: Traemos orden de detenerlo, Detenerme? ¿No saben ustedes que soy diputado a Cortes? Lo sabemos, pero la orden tiene que cumplirse. Bien, podré vestirme antes. Efectivamente el señor Calvo Sotelo estaba en pijama. Fue autorizado para vestirse, pero bajo la vigilancia de uno de los esbirros

La alarma en la familia fue extraordinaria, procurando el señor Calvo Sotelo tranquilizar la inquietud de su esposa y de sus hijos. Vestido el señor Calvo, salió a su despacho, donde se hallaba el capitán Condé. ¿Puedo saber que autoridad me detiene? Si , soy capitán de la Guardia Civil. Como iba de paisano, el diputado le preguntó: ¿Tiene la bondad de enseñarme su carnet? Se lo mostró el capitán. Intentó entonces hablar por teléfono para protestar ante la Dirección de Seguridad de su detención, pero uno de los guardias se lo impidió. También le fue impedida la comunicación a los familiares del señor Calvo, arrancando violentamente los hilos del teléfono.

Don José, en el momento de salir de su casa, vestía su traje gris claro, zapatos marrón, calcetines grises y sombrero, también gris. Desde luego las sospechas del estadista fueron muy acentuadas y se aumentaron al impedirle la comunicación telefónica. Por ello se asomó al balcón y preguntó a los guardias de seguridad que prestaban servicio si los que habían llegado eran guardias de Asalto. En vista de la respuesta afirmativa dio un abrazo a su esposa y dirigiéndose a Condé , le dijo: Bueno, vamos allá cuando quiera. Al salir dijo aún a su esposa: Estad tranquilos. No será nada. Volveré enseguida. Y partió dejando en llanto un hogar. Iba a ofrecer su vida por España. Una vida fecunda y gloriosa cuyo sacrificio iba a ser el rebasamiento del vaso en que se depositaba la paciencia nacional.

INQUIETUD EN MADRID

Relatada ya por el guardia Castro Piñeiro la forma en que fue asesinado don José calvo Sotelo, resta recordar la impresión causada en toda España por el suceso. A primera hora, la familia hizo gestiones para saber el paradero del detenido. Sus amigos acudieron a los centros oficiales en demanda de noticias. La impresión en Madrid como en toda España, es difícilmente reflejable. Un diputado del Parlamento, un jefe de minoría, uno de los hombres más destacados de la política nacional, había sido secuestrado con una audacia inconcebible. El presidente de las Cortes, Diego Martínez Barrio, fingió una condolencia y un interés que estaba lejos de sentir. El Gobierno decía no saber nada. En la Dirección de Seguridad tampoco. Y las horas transcurrían en inquietud para todo el país y en angustia infinita para la familia.

APARECE EL CADAVER

Se dieron órdenes al juez de guardia que lo era el del número 3 quien comenzó la instrucción de diligencias. A media mañana apareció en la calle de Pontejos la camioneta nº 17, en la que había manchas de sangre. Este detalle difundido, dio lugar a que la expectación aumentara y a que la impresión de haberse cometido un monstruoso crimen, aumentara por momentos. A las tres de la tarde, en el depósito de cadáveres, fue reconocido el del señor calvo Sotelo. Los forenses dijeron que la muerte había sido causada por un disparo de arma de fuego con orificio de entrada por la nunca y de salida por el ojo. Se nombró un juez especial para instruir las diligencias, al señor Iglesias Portal. Diligencias que el Gobierno, autor verdadero del asesinato, cuidaría de que no tuvieran eficacia alguna.

EL ENTIERRO

A las seis de la madrugada del martes día 14, se izo la autopsia al cadáver. A las cuatro de la tarde del mismo día tuvo lugar su entierro. Lo presidieron don Joaquín y don Luis Calvo Sotelo y el periodista don José Pizarro. Hubo brazos el alto.

Alfredo R. Antigüedad.

JUSTICIA DIVINA

Ha sido detenido en el Frente de Madrid, sector del Hospital Clínico, uno de los guardias de Asalto que iban en la siniestra camioneta en que fue asesinado el protomártir de España don Joaquín Calvo Sotelo. De esta forma escueta, tajante, recibí la noticia. Rápidamente salí de San Sebastián para comprobar la veracidad de la misma y ver si lograba entrevistarme con el detenido.

En Burgos tuve confirmación oficial del hecho. Efectivamente –se me dijo- ha sido detenido en el sector del Hospital Clínico (calle de Isaac Peral). Se encuentra en el campo de prisioneros de Talavera de la Reina. Ni que decir tiene, que sin titubeos de ninguna clase, ni aún el de que cruzase por mi imaginación la idea de las dificultades que pudiesen surgir para conversar con el detenido, continué la marcha hacia tierras toledanas.

Viaje de emoción. Ya te figuras, lector amable, lo que para un periodista suponía la información que se presentaba. Aquel 13 de julio de 1936, en que de manera tan vil y repugnante fue asesinado un hombre tan puro, de condiciones tan excepcionales y tan lleno de virtudes como era Calvo Sotelo, no se borrará nunca de la imaginación de ningún español y mucho menos de los que por ministerio de nuestra profesión seguimos tan de cerca aquél suceso, que conmovió lo más íntimo de las conciencias a propios y extraños.

A medida que avanzaba el coche hacia el objetivo de mi viaje, infinidad de fases de aquella etapa política desfilaban por mi memoria. Recordaba la última fase de aquellas Cortes de la última legislatura republicana en la que el ilustre patricio don José Calvo Sotelo, un día y otro, con su brillante oratoria y sólida preparación, desde su escaño del Congreso, cual Júpiter, tonante, fulminaba anatemas sobre el banco azul en que se sentaba aquella pantomima de Gobierno, representativa del crimen y del deshonor, que presidía el nefasto y perverso Casares Quiroga. La oratoria del ilustre tribuno, tajante, precisa y llena de acusaciones contra la labor de los gobernantes, era una losa que poco a poco iba aplastando a los que dirigían tan sangrienta farra.

Pero vayamos a la causa de mi viaje.

Te haré lector lo primero su presentación. Es tipo alto, fornido, frente despejada, grandes entradas, mirar y expresión pausada, movimientos rígidos, indumentaria cuidada así como su persona.

Aniceto Castro Piñeiro me detalló con gran minuciosidad el proceso del crimen. El relato horripila, encoge el ánimo, produce ira y repugnancia, y espanta el pensar las manos que durante un periodo de tiempo rigieron los destinos de esta España grande que vuelve por los fueros de su tradición.

La justicia humana no ha tenido ocasión de dejar caer el peso de la Ley sobre los culpables. La Justicia Divina, más fuerte, más sabia y más inflexible dictó y ejecutó su fallo. El capitán Condé ha muerto bajo el plomo de los proyectiles de nuestros soldados.