Un nuevo chaparrón electoral ha caído sobre los españoles -tanto los que se sienten así como los que no- que vivimos en Cataluña. Y cómo es habitual, no ha llegado ni la calma ni el Sol después de la tormenta; sino que ha dejado todo igual de embarrado y de oscuro, o quizás más de lo que ya estaba.
La partitocracia, como nuevo régimen todopoderoso, está por encima de todo y de todos. Ni una pandemia o «plandemia» que nos obliga a confinamientos, bozales y a soportar la culpa de los millares y millares de muertos puede con la “fiesta” de la democracia. Mientras, los negocios cierran, la economía se desploma, los ansiolíticos son lo más recetado, nuestros mayores mueren solos y la atención médica se aplaza o se diagnostica por teléfono. Pero la fiesta electoral “presencial” no se detiene.
Y aún pretenderán que soportemos otra culpa más… Si ya somos señalados como criminales por visitar a la familia en navidades o quedar con algún conocido por el Simón de turno o el tertuliano sabelotodo; ahora quieren sumar a la lista de delitos de la mitad de los catalanes el no ir a votar.
La casta política se ha olvidado en campaña de los gravísimos problemas sociales de los trabajadores, de las familias, de los mayores,… Se ha olvidado de la gestión de la pandemia, y ha desertado de proponer nada más allá del “vótenme a mi que el otro es peor”. Pero no se ha olvidado de seguir cuestionando la verdad que nos une y que tiene el nombre de España.
Una casta que se retroalimenta entre separatistas y constitucionalistas y se reparte el poder. De ella nada más pueden salir mentiras, decadencia y corrupción. Sus resultados así lo demuestran: la masa que arrastran en su manipulación es capaz de dar la victoria entre los constitucionalistas al responsable de la nefasta y criminal gestión del coronavirus y que huyó del Ministerio de Sanidad por interés partidista, como ya fue capaz, en la anterior cita electoral, de dar la victoria entre los secesionistas Puigdemont y Junqueras al que huyó del país antes que al que, por no salir escondido en un maletero, está en prisión.
Son cosas de esta mentira que llaman democracia, de la que cada vez menos participan. Nosotros seguimos y seguiremos, quizás como los viejos rockeros, inmunes a los cantos de sirena de aquellos que traicionan la bandera que tanto lucen, defendiendo la antiespañola constitución, la corrupta monarquía borbónica o el liberalismo más suicida e injusto.
Pese a no ser ni políticamente correctos ni simpáticos, denunciamos sin medias tintas a este maldito sistema que nos arruina y nos mata. Y desde todos los altavoces de los que disponemos, seguimos proponiendo una revolución que tiene que barrer mucho para poder conquistar para todos la verdadera Justicia Social e para impedir que el cáncer del régimen del 78 acabe de romper nuestra Patria. Sin un cambio radical en el rumbo, seguiremos condenados al enfrentamiento estéril dentro de un espectáculo político y mediático cada vez más nauseabundo. Un cambio radical que es más necesario que nunca, un cambio que, para que llegue a producirse, también depende de ti.
#VuelveAcreer
#SomosLaFalange